martes, 22 de febrero de 2011

Pandora


- Necesito desnudarte- te dije al oído, pero vos hablabas con Juanjo y giraste la cabeza para mirarme sentenciante, al tiempo que me decías "No es momento". No era momento porque vos hablabas con tu amigo y me atribuías erróneamente la insolencia de decir secretos en voz demasiado alta y porque creías que todo lo que yo dijera en esa clave tenía que ver con una extraña demencia que yo tenía de levantar temperatura con cualquier sonido tuyo que me recordara los gemidos que algunas veces había podido extraerte. Pero no entendías ¿y cómo decirte? Desvestirte y pegarte a mi cuerpo era algo así como destrabar la tapa de una cajita que encerraba la vida más solemne. Prefería entonces que me pensaras así de enardecida y concreta: sexo, sexo. Porque si sabías que eras esa cajita, ese gran dibujo de inmensidad ¿quién era yo? Hubieras creído que no era más que una lingüista de las masitas y la telenovela a las tres de la tarde. Una cajita que albergaba todo lo que la vida había prometido ser. Qué triste rococó pensarías de mí.
Vos seguías tu charla frondosa con Juanjo, pero me tomaste de la mano porque de pronto me había quedado en silencio y me acercabas tu tacto como disculpándote por tu sanción. Era tibia tu palma y me devolvía al mundo pero así y todo yo seguía queriendo desnudarte. No, queriendo no: necesitando desnudarte, boca seca que explora cada esquina de la mesa en búsqueda violenta de un trago de agua. Tomé de mi vaso que tenía vino y te serví un poco más en el tuyo que todavía estaba a la mitad.
- ¿Me querés emborrachar?- preguntaste incisiva y yo entré en el ligero pánico de que descubrieras todo mi plan. Sonreí sin contestar o como muda respuesta. Si algo salía mal, si no te desnudaba esa noche y te estrechaba contra mi pecho en ese juego que hacía a veces de poner tu corazón a la altura del mío para imaginar que adquirían el mismo compás, un tucutún parejo y circular que iba de mí hacia vos y de vos hacia mí, si no era ésta otra de esas noches de tucutunes, entonces esta realidad de vinos y Juanjos no tendría ningún sentido. Pero me viste a los ojos, mientras tu amigo continuaba con sus anécdotas de vacaciones y no sé qué, y algo de mí debió salirse para afuera, porque no me conocías tanto aún, debí ser yo en esas palabras que se me escurren de la mirada cuando estoy metida para adentro. Y le dijiste a Juanjo que era tarde y algunas excusas más y yo me hice sismos y mares porque al fin sí entendías mis planes, los tucutunes y la cajita de infinito y aún así ibas a darme todo, a destrabar la cajita, a abrir la belleza recóndita de la vida y a desatar una a una las catástrofes más hermosas de las almas.

viernes, 11 de febrero de 2011

Cerrado por vacaciones

En algún momento tenía que ser.
Vacaciones. Viaje. Todo eso lindo que pasa en verano y que nos hace sentir medianamente libres por unos días al año.
Veo que algunas personas me han comentado los textos y me avivé que mejor dejaba avisado que hasta fin de mes estaré lejos, en un planeta muy hermoso fuera de las dimensiones de cotidianidad y desamor de la Ciudad y alrededores de Buenos Aires.
Les dejo un abrazo enorme y nos reencontramos en marzo.
T.