No hay peor exilio, que el exilio de uno mismo.
Algo así pienso cuando miro las fotos de Bariloche. Mis siete años, ungidos por un flequillo travieso y la panza contenta de papá abrazándome a mí y al grandote de mi hermano, que ya a los doce, casi lo superaba en altura. Mamá, del otro lado de la lente apretujaba en una misma toma a sus tres amores y al bosque de Arrayanes.
Ese es el último rollo de fotos en el que me veo.
Y después, el exilio de mí.
Durante varios años, por culpa de la culpa, subarrendé mi cuerpo a esa otra persona que fui y envié a las catacumbas de otro pueblo a todo lo que de mí intentaba ser libre. De vez en cuando, cuando mi yo prisionera se asomaba, siempre había alguien que la censuraba. Una maestra, la televisión, los pibes del barrio, mi grupo de amigos.
Pero como yo no era yo, sino una que portaba mi cuerpo y andaba robóticamente esperando a que todos le explicaran cómo era correcto vivir, tenía unos amigos que eran los que me aceptaban, siempre y cuando fuera como debía ser, sin quejarme demasiado, sin ser otra vez yo, es decir, siendo lo menos yo posible y bien encerradita esa rebelde malhumorada donde le correspondía.
Y no me fue tan mal. Tuve amigos, tuve hombres, tuve estudios, tuve novia. Una biografía que era la que tenía que ser, para que nadie me golpeara.
Y no me fue tan bien. Todo estaba apropiadamente adornado, pero la que habitaba en mí no conseguía encajarse completamente en el mundo. Se sentía sola cuando estaba entre la multitud. Lloraba a espaldas de sí y de frente se contaba mentiras. Sus amigos eran un cáliz en el que depositaba cansinamente sus insatisfacciones. Los veía alejarse o quizás ya vivían lejos, quizás ni siquiera hablaban su dialecto. Y por fin, de tanta pena, la que alquilaba mi cuerpo se murió. La mató la desesperanza de creer que mi ser estaba condenado a la miseria.
Entonces yo, en el exilio forzado, volví a mis calles, volví a mi cuerpo. Tomé el gobierno y me administré como creí adecuado: sin mirar a los costados; mirándome siempre para adentro. Y así fue la historia de la resurrección.
Cuando camino por el mundo aún me asusta la invasión de los coterráneos. El miedo al golpismo del ser, a que quieran derrocarme con sus sistemas de valores, con la ideología de lo correcto, con todo lo que yo debiera ser. Y así sucede que la gente me hace hace baruyo, me acosa, me burla, me ensordece.
Pero por suerte, a mi lado caminan ellos, los que andan las calles como peinándolas, los que me susurran caricias. Y vienen suaves como las sonrisas, a darme su mano desprejuiciada.
Son mis amigos. Los únicos que son tan verdaderos como la sangre que nos hermana viajando al mismo paso, encontrándonos aún en las diferencias, pidiéndonos nada. Amigos que cantan alegrías y no me exilian, me traen cada vez que me desvanezco en la ética de otros.
Algo así pienso cuando miro las fotos nuevas, las más actuales. Me veo a mí nuevamente, después de tantos años. Y los veo a ellos, llenos de luz, inundando de soles el espacio lindero.
Esos son mis amigohermanos. Ahora, que finalmente yo soy yo y ellos son ellos.
sábado, 9 de octubre de 2010
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Que lindo tema que trae hoy, T.
ResponderEliminarLas fotos viejas, bueno, ya casi no puedo verlas mucho... No me reconozco. No entiendo como pude estar tan junto a personas que tan mal me hacían, no a proposito, claro está, pero sí muy firmes de su "hay que". Y esas dos palabras se volvieron comunes, frecuentes, insoportables. Y un día, como a usted, como a casi tod@s nos pasa, la completamos. Decidimos que hay que vivir.
Y ellos, pocos por suerte, nos ayudan a no escuchar a quienes nos dicen como tenemos que vivir... Simplemente están, de la mejor manera que podrían estar, sin juzgarnos, calificarnos ni recordarnos que dice la sociedad que está bien o mal.
Excelente post, interesante el tema de gobernarse a uno mismo. Creo que si todos pudieramos gobernarnos nosotros, este sería un lugar más lindo para vivir y dejar vivir, no?
Laliii
Vos lo dijiste: "No hay peor exilio, que el exilio de una misma".
ResponderEliminarMuy lindo post T! Muy lindo :)
ResponderEliminarUn besote!
Menos mal que existen los amigohermanos..
ResponderEliminar=)
ResponderEliminarme encanta saber que todas estas cosas que tambien me pasan, y tambien le pasarán a tantas y tantos, pueden ponerse en palabras y expresarse asi de bellamente como lo hiciste vos.
"Y los veo a ellos, llenos de luz, inundando de soles el espacio"
que bello!
acá manda el ser y la mente obedece :)
ResponderEliminarte quiero muchísimo. hermoso todo.
a peinar las calles!
Cuànto valor llevan las palabras
ResponderEliminarde quien ha muerto y resucitado
en medio del abismo
aparentemente interminable
De quien entre primaveras
veia lunas derritiendose
y charcos vacios de sonidos
Llevan los pasos el recuerdo
del ocaso de los labios
donde el ultimo suspiro
era una explocion de colores
que solo se esfumaban
en la profunda pupila de la propia mano.
Buscamos adherirnos al polvo
cuando no hay viento que nos lleve
encontramos cadenas
sin puertas.
Mas un susurro de los arboles
acaricia nuestra espalda,
dibuja sueños
y nos viste la mirada de cometa
y ahi esta,
con la sonrisa bañada de la fuerza
de todos los soles
que alguna vez tuvieron los cielos:
la otra mirada
donde suceden todos amaneceres!
mientras el corazon toca el piano
en algun rincon del alma.
Me has hecho llorar, como si pudiera ver en tu historia mi historia, la historia de tantos.
ResponderEliminarY no puedo dejar de adueñarme de esa sensación …Me veo a mí nuevamente, después de tantos años. Y los veo a ellos, llenos de luz, inundando de soles el espacio lindero….
La verdad que gracias a todos ellos, a nosotros que somos parte de “ellos” para otros, a ustedes. Tortodroma gracias a usted por sus palabras y sentimientos compartidos.
Te vuelvo a leer, y me vuelvo a emocionar.
ResponderEliminarNo hace falta ser torta para sentirse así.Casi no me reconozco en mis fotos de los ´90. Sin embargo para mí vos siempre fuiste la misma, y no porque no hayas cambiado o crecido, sino porque me resultó facil, casi imposible, no ver en vos el potencial de lo que ibas a ser, de lo que ya eras, de lo que hoy sos: una excelente escritora. No importa si te gustan las minas, los tipos o los animales.Pienso que no necesitabas la aprobación de nadie más que la propia. Hasta los que nos creemos super abiertos venimos con el disco grabado de lo que debe ser y lo que no. Las princesas de Disney no eran rescatadas por otras peincesas y las Barbies tenían a sus Kens (aunque debo reconocer que cuando era chica no existía Ken y le cortaba el pelo a mis muñecas viejas para que hagan de hombre...mmmm, bueno, lo dejamos ahi).
ResponderEliminarEn conclusión, mirate mejor en esas fotos y te vas a encontrar, tal vez un poco escondida tras los lentes, pero estas ahí. Estoy segura, yo te veo. Una chica a veces enchinchada, enojada, peleadora y muy muy graciosa que siempre pudo escribir lo que muchos sentimos y no sabemos cómo exteriorizar. saludos