viernes, 2 de noviembre de 2012

La Boluda

Me llaman La Boluda. No me lo dicen de frente pero lo deben comentar a mis espaldas. Me he convertido en la perfecta Boluda. Sí. Estoy boludizada. Y no me lo dicen sólo a mí. Deben decirlo también de la persona que me hace Boluda. Somos Las Boludas. Nos miramos y somos Boludas. Nos besamos y más Boludas. Hablo de ella y: Boluda. La amo. Hasta ese fondo he caído. Y mírenme: escribo públicamente que la amo. No se llega a mayor boludez. Pero he sido la Cornuda, la Abandonada, la Sumisa, la Desamorada, la Cínica, la Solitaria. Después de todo, ser Boluda no es tan malo.
Se llega a ser Boluda naturalmente, pero no tanto. Fue natural porque todo me llevó a ella. Todo. Hasta lo más terrible y oscuro del pasado de las dos. Y después, la necesidad de salvarnos de todo ese pasado.
A dos semanas de conocerla ya sabía que me había enamorado. Eso sí que es ser Boluda. Y fue casi sin darme cuenta. Todo fue parte de un mismo movimiento: empezar a hablar, conocernos, garches múltiples, conocer las cosas de la otra, los lugares, la gente. Y de pronto nos amábamos. Nombres: Silvina y M. Apellido: Boludas.
Pero tampoco fue una cosa tan natural, porque primero hubo que hacer muchas cosas con el alma para llevarla hacia el camino de la boludez del amor. Hubo que limpiar el alma y que dejar de tener miedo (aunque el miedo vuelve siempre). Pero sobre todo, era necesario ser generosa. No hay boludez posible si no es compartida. Somos Boludas porque nos amamos asquerosamente. Ella a mí y yo a ella. No tenemos ninguna verguenza. No escatimamos amor, aunque a veces nos tienta salvarnos el propio pellejo. Si yo siento que me expongo demasiado o lo siente ella, nos arrugamos para adentro porque es la mezquindad la que nos pisa los talones. Y así dejamos de ser Boludas para convertirnos en Incapaces. La incapacidad es creer que la piolada es salvarse una misma, no mostrar demasiado, dejar que ella se humille o tenga celos o cualquier cosa que no me ponga en riesgo. Esa, aparentemente es la avivada de los enfermos de alma. Yo prefiero ser Boluda. Y si duele, dolerá. A ella también puede dolerle. Es el riesgo que se corre cuando te ponés así de boluda. Por eso está bueno afinar previamente la elección y no caer en manos de alguna hija de puta, de esas que cuando estás bien Boluda, te gambetean el corazón y te dejan hundida en el Riachuelo. Ella no es nada hija de puta. Es generosa, es divertida y es una garchadora compulsiva. Adoro cada cosa que la compone. Toda ella va conmigo y toda yo voy con ella. Es mi boluda, tan boludamente enamorada como yo. Así estamos. La boludez de mirarnos y saber que en ese hermoso ser que tenemos en frente hay una compañera de vida.
Seguramente estarán diciendo: qué Boludas! Y sí. Somos las más boludas. Pero somos lindas. No puedo dejar de pensar que somos las novias más lindas del mundo. Y eso probablemente me haga más boluda. No me culpen. Soy Boluda. Soy la reina de las boludas. Yo no era así. Todo esto es culpa de ella.