lunes, 29 de marzo de 2010

Receta para la hija única

Buscando el amor en los placares,
poniéndole la cola al burro.
Disfrazando pantomimas
con pelucas de romance.
Ténue como la buena falacia,
se escapó un día el verano.


Amatista violeta para el equilibrio.
Una docena de buenos libros.
Clases y talleres.
Puñados de ropa nueva.
Los ojos de papá cuando está orgulloso.
Una ducha caliente.
Risotadas y abrazos.
Un paseo en bicicleta.
Domingos y feriados.

Otoño será de obsequios.
Agasajos de mí,
para mí.

Mi propia hija única.

jueves, 25 de marzo de 2010

PutiLindo en el País de las Marapijas

PutiLindo no viaja a través del espejo para pasar al otro mundo. Abre puertas. Abre la puerta de un baño. Un Mc Donald's, una estación de subte. Noc-noc! Y PutiLindo entra en el voluptuoso mundo en el que más de dos sacudidas, es paja.
Desde que PutiLindo hace Tetera, sus historias en los baños públicos han despertado mis más oscuros intereses. Esa subcultura toiletera, de baldosas blancas y miradas lascivas, empapada de oficinistas, maricas, casados y chongos de toda índole, saben hacerse un saltito al baño adecuado, un día cualquiera, una tiradita de goma al pasar. Abren la puerta en un punto Alfa en el universo y entran en el País de las Marapijas, como PutiLindo. Y se llenan de pijas. Y se sacían de pijas. Y después no hay más que subirse los cierres y retirarse.

Cuando saco la cuenta del dinero gastado en boliches, citas y demases, los dolores, los llantos, los mensajes de texto, las sesiones de terapia, la banda ancha, las horas de analisis extra curricular con amigos y todo eso que una paga con sangre por ser torta y querer tener algo que sea lo más parecido al sexo, me pregunto porqué no podría yo un día tener esa llave que conduzca a mi propia Tetera de porcelana. Un sitio para todas las tortas que estemos hartas de tanto preludio. ¡Pura ortopedia! porque, honestamente, toda esta voltereta infame, todo este "sí, pero...", este artificio al que jugamos y que llamamos histeria o recato, debe ser detenido. A veces no es amor lo que nos pasa... a veces es sólo abrir la puerta de un baño. Y que se desate el vendaval.
Si eso un día ocurriese sin más, si un día fuera que fundáramos el País de la Tetafácil, nuestro querido baño público femenino, después de tanta vida de vaivenes amorosos, pues quizás, yo nunca tendría novia.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Diagnosticada

Consultorio de la Dra. Débora Pérez Volpin
Médica Clínica - Ginecóloga Voluntaria

- Hola doctora, ¿cómo le va?
- ¿Qué tal Tortódroma? ¿Qué la trae a mi consulta?
- Vea, tengo un dolor aquí, en el pecho...
- Ajá, ajá... Dígame, ¿qué otros síntomas presenta?
- Pues tengo malestar en el lado vacío de la cama.
- ¿Probó con algún suplemento amoroso?
- Sí, estuve con algunas gentes pero al final sólo acetuaron los síntomas.
- ¿Y reposo?
- Poco...
- Ajá, ajá... Déjeme ver. Sí, lo que creí: a usted le está doliendo la soledad, ¿verdad?
- Y yo creo que sí...
- Bueno, ¿qué le parece si le receto unas vacaciones con amigos?
- Podría ser...
- Aquí está: una semana de vacaciones lejos de todo, a partir de mañana... ¡Y nada de pensar en mujeres! ¿Tiene marihuana?
- No sé, no consigo...
- Bueno, me busca unos porros, unos fernets y se tira panza arriba, me hace el favor!
- Gracias doctora...
- Vaya, vaya... (pobre naba)

martes, 9 de marzo de 2010

Gran concurso: "Yo quiero ser feliz... pero con ella"

Participá para ganar la Novia Chota del Bicentenario

Bases y condiciones:

1.-El presente concurso es válido en todo el país y está organizado por Tortódroma Argentina S.A. con domicilio en Sertortaapesta.blogspot.com.

2.-Podrán participar de la promoción todas aquellas mujeres que presenten una autoestima de grado cero a menos diez. No deberán tener afiliación a ningún grupo de terapia o terapia individual. No deberán tener en su poder ni un gramo de amor propio.

3.- Modo de participar: Las concursantes deberán enviar por correo electrónico (a concurso@nosehacerotracosaquesufrir.com con el Asunto: "Yo quiero ser feliz... pero con ella"), las respuestas a las siguientes preguntas:
a) ¿Cómo planea ud. lograr la felicidad junto a una Novia Chota?
b) ¿Qué recursos de la baja autoestima utilizará (humillaciones, ceguera, negación, culpa, etc.) y de qué manera?
c) ¿Qué cantidad de empecinamiento tiene ud. al día de la fecha? (presentar certificado médico de idiotez)
d) ¿Ha tenido relaciones de mierda recientemente?
e) ¿Cómo planifica evitar todo tipo de aprendizaje?
Al finalizar córtese un poco alguna parte del cuerpo y vierta algunas gotas de sangre y lágrimas sobre el teclado.

4.- Las participantes, o idiotas en cuestión, deberán además entregar garantía de permanencia en la relación, más allá de cualquier eventualidad que la Novia Chota pueda ocasionar (engaños, traiciones, mentiras, degradaciones, escándalos públicos, maltrato, agresiones).

5.- El jurado estará conformado por la Lic. Tortódroma (Máster en Relaciones de Mierda) y la gente que a Tortódroma se le antoje (se recluta con soborno, nuestro jurado es y siempre será corrupto).

6.- Premio: Se premiarán las respuestas más pelotudas. La ganadora se hará acreedora de la Novia Chota del Bicentenario. La misma será entregada en altísimo estado etílico, junto a la barra de algún bolichín pedorro (a designar). Hay un stock ilimitado de Novias Chotas, así que toda participante que cumpla los requisitos de lastimosa humanidad, podrá llevarse una.

7.- La organizadora no asume ninguna responsabilidad frente a la ganadora por cualquier desperfecto, inconveniente, defecto y anomalías de cualquier tipo que pudiere presentar el premio. Usted la pidió, ahora jódase!

8.- Sólo podrán declinar el premio aquellas concursantes que presenten mejoras en su estima o algún grado de adultez mental.

domingo, 7 de marzo de 2010

¿Adónde van las mujeres cuando desaparecen?

Ayer fui a la casa de Stephen Hawking.
Toqué el timbre y le dije: Stevie (a él le gusta que lo llame así) vengo a hacerte una consulta física... casi te diría metafísica.
El sonrió y se hubiera refregado las manos si hubiera podido, porque esas son las preguntas que más le gustan.
Me invitó a tomar unos mates, para acompañar las pepas de membrillo que le llevé. Cuando estaba cebando el segundo (dulzón, como nos gustan) lo introduje en mi duda cósmica.
Stevie, dije, ¿adónde van las mujeres cuando desaparecen?
El me miró atónito. No existía para él explicación científica que aclarara el misterio de la volatilización de partículas femeninas. Me llevó hacia un pizarrón que tiene en el garage y como pudo (porque yo casi nunca le entiendo cuando intenta demostrarme cuestiones físicas) me aclaró que, según las leyes conocidas, es improbable que la materia pueda simplemente disolverse en el aire.
Me fui de su casa pensando que Stevie sabía mucho de física, pero nada de mujeres.

De ahí me tomé el subte y bajé en lo de mi amiga Miss A. quien, después de muchas horribles experiencias, se ganó el Doctorado honorífico en Mujeres Borradas.
Miss A., le dije a la espera de sus conocimientos, ¿adónde van las mujeres cuando desaparecen?
Y comenzamos a debatir sobre los posibles paraderos de estas señoras que, sin razón aparente, deciden desvanecerse.
Abducciones alienígenas, amnesia temporal, secuestros exprés, agujeros negros en el tiempo-espacio (nota mental: retomar este tema con Stephen)... ninguna de nuestras teorías pudo develar la incógnita.

Enseguida me percaté que sólo quedaba un lugar donde ir a buscar respuesta. Claro que, en el consultorio de Juan Terapista, las preguntas que yo llevo se dan vuelta y me apuntan a mí.
Le conté mi historia con P., nuestro romance mal parido y mis ganas de que al menos algo pudiera salvarse. También le conté cómo, más allá de todas esas buenas intenciones, P. se olió que las patas que había metido eran varias, se asustó y simplemente se borró.
¿Adónde van las mujeres cuando desaparecen?, le lancé a Juan Terapista, consciente de que estaba preguntando una idiotez.
Él me tiró bosta en la cara, como siempre, y lloré y cavamos en mis lagrimales y hablamos de todo eso que duele y de lo mucho que cuesta girar la canoa hacia la paz interior...
Y concordamos en que la paz (la posta, no la de Bolivia) está aún muy lejos porque sigo sin buscarla. Ouch!

Y cuando me fui me di cuenta que no me respondió la pregunta.
Pero entonces, ya no importaba.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Mala noche

N.N. sabía exacto qué y cómo. Sabía también cuánto... y cuánto, para mí, nunca es suficiente. Manejaba además los cuándo, que fueron cada vez más esporádicos.
Pero los qué y los cómo... Uf!
Su arte de amar era pura predisposición, cálculo, atención, destreza física, delicadeza... un cúmulo de aptitudes que más de una vez me dejaron semi inconciente.
Durante nuestros años buenos, fue fiel alumna de todos mis gustos y fuimos inventando trucos y parodias, ritmos y fantasías.
Pero cuando los cuánto y los cuándo se convirtieron en desastre, en miles de noches de insomnio en contraposición a sus miles de noches de sueño pesado (quizás porque N.N. ya andaba ejerciendo sus cómo por otras camas), me quedé sin nuestros magníficos qué, que ya habían alcanzado el nivel de knock-out técnico y nos dejaban a ambas completamente fuera de juego.

Pasa un tiempo (prudencial) antes de que una quiera realmente volver a preguntarse qué, cómo, dónde y con quién.
Sin embargo, eventualmente llega el momento de cambiar las sábanas.
Pero a veces, las sábanas de otras...

Tomemos como ejemplo a invididuo T.
Individuo T. se va en bici a la casa de individuo P., silbando una sonrisa llena de expectativas. La noche se hace gotitas que pegan en el techo de chapa del patio y le hacen un moñito al regalo de dormir juntas.
Pero después individuo P., que parecía más tranquila que una hamaca paraguaya, ataca y somete a T. a una brutal fricción en la que queda casi lisiada. ¿Te duele? ¡Sí, mierda, sí! Aunque T. no dice nada porque si a P. le gusta, T. puede aguantar un ratito más... ¿Pero qué demonios le gusta de andar colisionando cruelmente ambas genitalidades? Y entonces P., que por alguna razón parece disfrutar de prácticamente lijarle el sexo a su compañera, no hace más que eso... y después, satisfecha, se queda dormida.
La herida invalidante de individuo T., se hace sufrimiento cuando al día siguiente debe volver a montar el asiento de su bici para volver a casa.


A veces, las sábanas de otras...