martes, 22 de marzo de 2011

Cuestión de gustos


Quisiera decir que la colombiana y yo teníamos una conexión espiritual, que nuestros planetas se alinearon, que la belleza de sus palabras me había cautivado. Pero tengo que admitir con crudeza que lo que verdaderamente nos unía era su culo. Y lo mío no es superficialidad, ni cosificación de las mujeres. El culo de la colombiana para mí nunca fue algo menor. Había en toda esa redondez exquisita una trama sumamente mísitica.
De hecho, si tomamos en cuenta que el día que la conocí ella estaba anotando algo inclinada sobre su escritorio, resulta que cronológicamente tuve el honor de conocer su prominente parte de atrás unos segundos antes que a su portadora. Fue cuando empecé a trabajar para esa empresa multinacional de vanguardia y amplia proyección a futuro, que quebró dos años después. Yo tenía 20 años y entré como cadeta. Ella estaba en el área de administración. Y no es que yo tuviera fijaciones previas, esas neurosis jugosas de ser analizadas como etapas no superadas de la niñez. Nunca me había detenido en el culo de las mujeres. Mi recorrido visual era: cara, ropa, manos, tetas. De suerte que le mirara la retaguardia, pero ya cuando el trato estaba consolidado por su buen venir.

El tema con el culo de la colombiana se fue dando de a poco. Culpo principalmente al mueble que usaban de archivo, que estaba puesto de manera tal que dos personas no podían pasar comodamente entre ese mueble y el escritorio de la colombiana. Yo tenía que pasar seguido por ahí para retirar papeles y ella siempre iba y venía llevando cosas dentro de la oficina. Así que era común que nos rozáramos, abriéndonos paso en ese espacio reducido, yo de frente y ella de culo que, con esa firmeza, era su principal herramienta para hacerse lugar.
Con el tiempo empecé a atribuirle a sus cachetes desenfadados una racionalidad propia. Era como si esos inquilinos rechonchos quisieran seducirme sin haberlo consultado previamente con la propietaria. Y esto lo digo porque me di cuenta que la colombiana realmente no tenía ninguna conciencia de las sobadas que me pegaba su globoso trasero.

El problema se desató mucho más adelante, un día de diciembre que nos había golpeado de calor y estábamos todos tirados en la oficina delirando de sopor. El Tano Gallucci estaba contando chistes verdes y las conchetas de recepción sostenían ofendidas que esas cosas no calentaban a nadie. Será que yo siempre funcioné con un termostato propio, porque el calor me estaba afectando más que nunca y encima de todo la colombiana no paraba de ir y venir sonriendo y meneando el culo como loca. Pero yo siempre fui una persona de bien, educada, tímida. Y estoy segura que fue una conjunción del extremado calor, los chistes del Tano y mi juventud efervescente la que hizo que, en el momento en que tuve que ir a buscar unas planillas al escritorio de la colombiana mientras ella también pasaba por ese lugarcito pequeño en el que tantas otras veces nos frotamos, mi mano, mi aventurera mano emancipada de mis funciones cerebrales, no tuvo mejor idea que ir a parar a uno de sus incitantes cachetes.
En un segundo y medio, toda la oficina se enteró de mis inclinaciones sexuales y de mi problema de coordinación cerebro-motriz. Incluso escuché a alguien (probablemente a la cuadrada de Liliana, la secretaria de uno de los gerentes) gritar algo así como "¡Acoso sexual!" un par de veces.
Así fue que nos mandaron a las dos a esa extraña terapia de pareja que hicimos no más de tres veces con la de recursos humanos (la hija psicóloga de uno de los jefes, que ni siquiera había terminado la carrera). Yo terminé llorando y confesando mi orientación sexual, a lo que la colombiana respondió que me entendía pero que no me zarpara porque ella no era lesbiana. Todo había sido tan vergonozoso y traumático para mí que casi declino la invitación a la fiesta de fin de año de la empresa. Fue Gallucci quien me convenció de ir, comprometiéndose a proporcionarme todo el clericó que yo le pidiera. Por suerte todos terminaron en situaciones calamitosas (la rubia de contabilidad vomitando en el baño, el Tano que está casado encarándose a la frígida de Liliana) así que los chistes relativos a mi encuentro cercano del tipo nalguístico pasaron a un segundo plano. Y aunque el alcohol haya nublado gran parte de la noche, me acuerdo perfectamente cuando la colombiana se acercó conciliadora y me dijo: - Si tú pudieras pedirme algo ahora mismo, ¿qué sería? Y ten cuidado que ya te dije que no soy lesbiana.
Ante esa pregunta pude finalmente articular mi deseo.

No sé exactamente cómo llegamos hasta su casa. Sólo puedo acordarme de ella recostándose boca abajo para dejar que yo delicadamente reposara mi cabeza sobre sus bellas posaderas. Así dormimos durante horas. Soñé un sueño sedoso, de espumas plumíferas y arenas acolchadas de colores pastel. Imaginé nalgas doradas pintadas en las paredes de las iglesias, viajé en culos aerostáticos. Finalmente, cuando habíamos descansado lo suficiente, nos despertamos y dejé su culo para siempre.
La empresa quebró un mes después y no volví a ver a la colombiana.

Será cuestión de gustos, porque sé que muchos ilusos adoran dormir entre almohadas. Yo en cambio he preferido desde aquella noche abandonar definitivamente esas tristes metáforas de gomaespuma y afrontar la dureza del colchón pelado. Porque reconozco que nada, ni la más dócil de las ovejas lanudas, podrá compararse jamás con el mágico culo de la colombiana.

10 comentarios:

  1. jjaja me encanto la entrada!...
    espero que estes bien..
    y cuando quieras pasa por mi blog..

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  2. Jajajajajajaja Yo en general miro PRINCIPALMENTE el culo. Es determinante para mi ver qué culo tiene para saber qué persona es.
    Que genial texto, T.! Me hizo reir montones! Le tocaste el culo hdp?? Que valor! jajaja

    Cariños muchos!!

    Laliii

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  3. jajajajaja que buena jajaja aunq a mi me gusta mas la delantera... solo q tocar una de esas por accidente es mas dificil jajaja

    que estees bien :D

    kath.

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  4. jajaja, que grande la colombiana!
    (Me refiero a su actitud conciliadora, las otras grandezas ya las especificaste larga y tendidamente)

    Un beso señora!

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  5. jajajajaja que genial!
    Buenismo como siempre!
    Un besote.

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  6. jajajjajaja!! que feos esos reflejos por dios!!! fue genial! me cague de risa xD

    un besote enorme!

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  7. Para las que tenemos culos así no es tan genial jajaja viste que lo primero que te mira la gente (y lo que se queda mirando) es el culo ... y cero disimulación xd

    Cómico lo de tus reflejos jajajaja

    Buena entrada hey (: Saludos

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