viernes, 1 de abril de 2011

Mi mambo

Nunca me habían peinado una para mí.
Es decir: vi gente tomándola y hasta me ofrecieron (en la forma mezquina en la que te ofrecen algo que en realidad no te quieren convidar). Pero esa noche "El Jota", como se hacía llamar, me esperó a la salida del baño de mujeres, me agarró de la mano, me llevó hasta la cocina del bar y ahí nomás me dijo:
- Para vos.
 Una línea blanca yacía impecable sobre la mesada de aluminio. El Jota ni preguntó si yo tomaba. Lo suyo pretendía ser más una ofrenda que una insolencia.
Me quedé perpleja. El Jota era un tipo simple, anteojitos, pecas, zapatos brillantes. Parsimonia de pé a pá. Aunque, para ser honesta, tampoco lo conocía mucho. Hacía una hora nomás.

Yo venía caminando por una calle empedrada tratando de no tropezarme con los adoquines y con mi propia felicidad que suele distraerme y entorpecerme el paso. Otra vez estaba de viaje en un pueblo maravilloso, conociendo personas tejidas de calma y amabilidad. En eso venía pensando: en la gente generosa que conoce uno cuando viaja.
Ya debía ser como la una de la mañana y todo había cerrado. No se oían ruidos, salvo alguna moto que pasaba a lo lejos. En una calle vi un bar abierto. Debía ser de los pocos que quedaban. En el bar había cuatro tipos sentados en una de las mesas de la vereda. Los miré y nos saludamos. Cortesías de pueblo. Me invitaron a acompañarlos un rato, pero yo todavía tenía encima la desconfianza que te genera vivir en una metrópoli. De todas formas decidí relajarme porque ellos parecían gente tranquila. ¿Qué más daba? Pasar un buen rato charlando con la gente del lugar era parte de lo que pretendía hacer durante el viaje. Me ofrecieron de la cerveza que tomaban. Yo les dije que tomo fernet y no demoraron en traerme uno. El que me lo trajo, después supe, era Mario, el dueño del bar. Los otros tres eran amigos suyos, colegas en realidad. Luis era el más grande de los cuatro. Santiago era el más joven y hablaba más que nada de plata y cómo conseguirla. El Jota había sido quien me acercó la silla para que me sentara con ellos. Me hablaba con la bondad que sólo conocí en la gente de pueblos chicos. Fue quien más atento a mí estuvo en cada momento, especialmente cuando los demás hablaban de cosas que yo no entendía. 
- Es que nosotros dos -por él y Santiago- trabajábamos juntos en gastronomía y así los conocimos a ellos dos que trabajaban en lo mismo pero en otro restaurant. Después Mario se abrió este bar-. Me explicó El Jota.
Los cuatro tipos me sumaron a su reunión como si yo fuera una más del grupo. Yo me reía mucho de sus comentarios, quizás porque Mario ya se había encargado de traerme un segundo fernet y yo de tomarlo.
Así fue que tuve que ir al baño, justo cuando El Jota me pedía que lo acompañe a la casa a buscar las cartas de truco. Yo dudé bastante. Una cosa era tomar algo en un bar y otra era ir hasta lo del Jota, por más bueno que fuera.
Ni bien salí del baño, El Jota me llevó hasta la cocina, donde estaba su obsequio para mí.
- No, loco. Te agradezco pero no-. Le contesté un poco estupefacta.
- Pero dale, si es para vos.
- No, pero en serio. No es mi mambo.
- ¿Cómo que no es tu mambo? Mirá que ésta la rayo yo mismo. Tengo una tiza en casa. Podés tomar tranqui.
- Uy, loco. No. De verdad. No es mi mambo. Tomátela vos.
El Jota parecía más sorprendido de mi negativa de lo que yo estuve por su ofrenda. Salió rápido del estupor, porque no tardó en enrollar un billete y tomársela de un solo saque.
Cuando volvió a poner sus ojos sobre mí, pude ver que tenía un agujero de la nariz más grande que el otro. Yo sabía que la merca te come la carne, así que era claro que El Jota venía rayando tizas hace rato. Sin embargo nada de eso cambió mi opinión sobre él. En cualquier otra situación, es decir, con cualquier otra persona, me hubiera sentido incómoda, pero me seguí viéndolo de la misma forma que minutos atrás. Por esa mirada apacible que tenía, El Jota me había generado un aprecio instantáneo, aún sin conocerlo. Le sonreí y quise decirle que volviéramos a la mesa con los demás, pero él se me anticipó.
- ¿Vamos a casa echarnos un polvito rápido?
- ¿Qué?-, le contesté más perpleja que antes, no porque me pareciera raro que un tipo me hiciera una propuesta así, sino porque no lo vi venir de parte del Jota. Su forma de decirlo, sonriendo como un nene ansioso, me hizo reír. Su pedido fue tan abrupto y torpe que terminó dándome cierta ternura. Por eso me costó tener que explicarle otra vez.
- No es mi mambo.
- ¿Cómo que no? Un polvo rapidito y volvemos. Vamos en mi moto.
Su moto era una zanellita vieja y destartalada. Me causaba gracia El Jota, la motito, su extraña frontalidad. Pero igual yo iba a cortarle sus intenciones de cuajo, aún cuando se me hacía tan difícil poder expresárselo a un tipo de pueblo. Con la piolada de la merca y todo, no creía que El Jota pudiera digerir lo que le iba a decir.
- No es mi mambo, Jota. No me gustan los tipos.
- ¿Cómo?
- Me gustan las mujeres, loco.
Y después de esa frase, como tantas otras veces, con tantos otros hombres, no supimos más qué decirnos.

Volvimos a la mesa con los demás, pero yo ni me senté. Les dije a todos que tenía sueño y que me iba al hostel a dormir. Me saludaron con total cordialidad. Santiago me dio un papelito con su e-mail anotado y me dijo "Nos vemos, amiga". Mario y Luis estaban muy contentos de conocerme, según lo que me dijeron mientras me despedía.
El Jota me abrazó fuerte y me sonrió una última vez sin decir nada.

Al día siguiente arranqué para el próximo pueblo.

7 comentarios:

  1. ay señora!!
    entonces esa línea ("me gustan las minas, loco") tiene una universalidad mayor a la q pensabamos. Yo estoy viviendo la aventura inversa, extrañamente con los mismos resultados.. despues te cuento en q termina...
    disfrute los dias de pueblo y propuestas indecentes ;)
    besop
    Sol.

    ResponderEliminar
  2. q loco no?? me da por las pelotas q una este charlando lo mas bien con un flaco, tomando algo, sin insunuar nada. sin pretender nada.. y q desp de q el tipo te quiere avanzar y vos decis: no.. a mi me gustan las chicas... se pudre todo... es como q le hiciste perder el tiempo, como q lo cagaste... y nada q ver, porque yo si disfrutaba de charlar con vos, de pasar el tiempo...
    como si yo no valiera nada a menos q este dispuesta a irme con vos... un bajon!
    beso
    Pam

    ResponderEliminar
  3. si tristemente eso somos para mucho (la gran mayoria) coñito para cojer y listo.. la otra tipica es que le sales de el closet a una amihaga hetero y te dice... mira que somos amigas no? nada mas... como si tu uniko plan en el mundo fuera llegar a seducirla solo por que eres less..

    que cosas .. kath.

    ResponderEliminar
  4. Igual nunca falta el "macho" que nos quiere "convertir" en heteros jaja... me dan mucha gracia esas situaciones.

    Saludos!!
    Eli

    ResponderEliminar
  5. Propongo partido intransigente:

    TTP
    Todos Toman Pala.

    (ah, te extraño)
    A.C.

    ResponderEliminar
  6. Me quedo con lo que dice el primer comentario, cito: "entonces esa línea ("me gustan las minas, loco") tiene una universalidad mayor a la q pensabamos." y la remito a la otra línea, a la de tiza.
    Cómo serán las cosas que algunas líneas pegan más que otras.

    Saludos srita!

    ResponderEliminar
  7. q loco q todavia una buena charla con alguien tenga q implicar un polvo, los tipos son bastante primitivos , je

    ResponderEliminar