domingo, 29 de mayo de 2011

Declaración Universal Contra los Derechos Humanos de la Torta Mersa



Considerando la propagación ilimitada de la mersada en el territorio nacional;
Considerando el desconocimiento absoluto de la dignidad humana, del que hacen gala ciertos organismos pluricelulares a quienes ni siquiera habría que llamar mujeres;
Y considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, esto es, de los derechos de las tortas que sí valemos la pena, o sea, las distinguidas, las que hemos sudado la camiseta, por así decirlo, y hemos sido repetidamente afectadas por las tortas grasas;

La Asamblea General proclama la presente Declaración Universal Contra los Derechos Humanos de la Torta Mersa, como ideal común por el que las tortas copadas deben esforzarse en promover para cortar de una vez por todas con la impunidad que gozan estas hijas de puta.
La Asamblea General de las Naciones Lésbicas impugna, para la mersada general, todos los derechos que se citan en los Artículos que desarrollaremos a continuación.

Artículo 1:
Todos los seres humanos nacen libres e iguales. Las tortas no. En lo relativo a la ingesta de alcohol, la torta mersa no se la banca como las leidis del buen beber. La grasada se escabia y aprovecha la volteada para vociferar sus dramas, tener escaso o ningún control sobre su cuerpo y sus respectivas secreciones, hacer chistes de muy bajo presupuesto, llorar, armar escándalos públicos, tirarle de los pelos a otras compañeras del gremio y hasta, en un intento de sensualidad penosamente perdida, bailar el Meneaito en el escenario del boliche con una travesti de peluca barata. Esas tortas no son de ninguna manera iguales a las tortas dignas. Deberán entonces ser señaladas como Mersas y, para que aprendan, se les revocarán los derechos de: a) Tolerancia, b) Hombro Amigo, c) Te llevo a tu casa porque no da que vuelvas en bondi en este estado.

Artículo 2:
La patria de las tortas copadas no puede permitir la proliferación de la pelotudez. Quedan así terminantemente prohibidos los derechos a charlas relativas a lo que pasó ayer en el "Bailando". No se permitirán nicks de messenger con frases de Arjona, Leo García, Lady Gaga y derivados. Serán irrevocablemente deportadas las tortas que anuncien el rompimiento de su pareja cambiando su estado civil en facebook.

Artículo 3:
Ante la impune verborragia que pretenden sostener algunas mersas, haciendo alarde de su supuesta lindura, de su ropa nueva y de su viaje a jonkong, opinando sobre la situación política sin ningún fundamento histórico, o peor aún, careciendo por completo de conciencia social (hola, tenés un tipo muriéndose al lado, tratá de no pisarlo mucho cuando le camines por encima con tus adidas nuevas de 500 pe) e incluso creyendo que están haciendo algo por el planeta por el simple hecho de twittear que por favor no tiren más papeles al piso... ¡¡¡Mersas, mersas, mersas!!! Quedan abolidos sus derechos de libertad de expresión y de protección ante la Ley. Que les caiga la Ley encima, con sus bibliotecas de 300 tomos.

Artículo 4:
El no garche es una mersada. Toda torta en pareja tiene derecho al garche. La falta de garche, el mal garche, la disminución del garche y cualquier anomalía en los procesos garchísticos de la pareja, si fueran o fuesen provocados por una de las integrantes de dicha dupla, la misma será penalizada (por mersa), mediante la remoción de todos los derechos maritales. Esto es: se le expropiará la novia, quien será devuelta al pueblo torteril para que las representantes hagan uso de sus facultades dactilo-orales, para la correcta restitución del garche a quien de buena fe así lo merece.

Artículo 5: 
Todo individuo tiene derecho a la vida y a la seguridad de su persona. Las tortas mersas no. Si una tipa que te estás tratando de levantar es tan grasa que te habla de otras minas que se comió recientemente; si tu novia con la que acabás de mudarte te pide un tiempo; si la chonga que tanto te gusta le tira los galgos a tu amiga, se les niega a todas ellas instantáneamente el derecho a la vida. Pero como nosotras sí somos tortas de verdadera entereza, no las cagaremos a patadas reales. Serán azotadas con nuestra indiferencia y nuestra retórica impecable. Y serán despedidas con un saludo a la reconcha de su madre.


La Asamblea General pasa a cuarto intermedio hasta próximo aviso y se toma una levité de melón con unas galletitas que nos compró Chela, la secretaria del tercer piso.

lunes, 23 de mayo de 2011

En aquel universo negro,
había una vez una vida.
El seco mundo del gran cuento
y millones de pupilas ciegas.

En este universo blanco
al que he saltado para ver,
la vida juega a las ausencias
del fulgor inalcanzado.
Son mis viejos ojos de universo negro
que me dicen soledad,
que me dicen pena,
hambre, muerte.

Había una vez un universo negro.
Pero he saltado.

domingo, 15 de mayo de 2011

La pincelada oscura


Los pomos de acrílico estaban tapados y los pinceles aún limpios. Era difícil corromper el lienzo. Lourdes lo miraba con una mano en el bolsillo y la otra sosteniendo un vaso de moscato. El vino dulce era lo único que podía pasar por el hígado, después de un año de noviazgo plagado de películas los fines de semana y el cese de actividades etílicas. A Lourdes le gustaba decir que se había achanchado un poco y que las épocas de vandalismo juvenil (vodka, cerveza, ron, granadina, piña colada y quién se acuerda qué más) ciertamente habían terminado. Pero habían terminado por Paula, su novia, por eso le gustaba decirse achanchada. A Pau le gustaba su chanchez, las pelis y la cama de dos plazas de la casa de Lourdes. En lo de Pau la cama era de una plaza, para sostener a una sola mujer hasta que se case. Las pocas veces que Lourdes se quedó a dormir en lo de la familia de Pau, aunque le preparaban la cama plegable "para que duerma cómoda", no tardaba en pasarse adonde estaba acostada su novia. La cama de húespedes amanecía intacta y Alicia, la mamá de Paula, a las diez de la mañana desarmaba la cama impecable tratando de no pensar en nada, porque se notaba que no era que Lourdes la había vuelto a estirar antes de irse, sino que nunca había dormido ahí. Pero eso Alicia trataba de no pensarlo. Y de paso, trataba de no darle vueltas al recuerdo del día en que su hija le confesó que Lourdes era su novia. Un ardid de la edad, se decía a sí misma, una cosa casi entendible como están los chicos hoy en día. Hasta que se canse. Se va a cansar sola. No había que decirle nada, porque Paula se ponía como loca. Incluso aunque Alicia la tratara de respetar tanto, aceptando que Lourdes compartiera algunos momentos con la familia, que se la invitara a dormir, que se le prepare la cama de huéspedes que ella nunca tocaba.

Lourdes tenía algunos bocetos sobre la mesa del living. Dibujos, imagenes fotocopiadas. Tenía una idea vaga de lo que iba a pintar. Era necesario preparar un gris casi tirando a negro. También había que esperar a que llamara Paula. Tipo diez y media, había prometido. Ya eran las once y no había llamado. Pero no había que enroscarse mucho en eso, pensó Lourdes. Era el cumple de Martín, el hermano mayor. Y vaya uno a saber qué estaría haciendo. Capaz comiendo el postre para después soplar las velitas. Le iban a poner las treinta velas en la torta. Lourdes lo sabía porque Paula las había comprado dos días atrás, cuando pasaron juntas por una casa de cotillón, justo cuando estaban discutiendo sobre el hecho de que la familia de Paula había pasado por alto completamente invitar a Lourdes al cumple de Martín. Eso no era novedad y a Paula no le parecía tan grave.
- Vos sabés cómo son mis viejos, no entiendo lo que te pasa. Es mi familia. Me tenés que entender- pedía Paula, perpleja por el disgusto de Lourdes.
- ¿Pero vos no te das cuenta? O sea, no me parece normal. Tu vieja sabe que somos novias. Y siempre hace lo mismo.
- Bueno, pero ¿de qué me estás hablando? ¿de normalidad? Si le preguntás a mi vieja, seguro que ésta tampoco es su idea de normalidad. Ya fue, mientras no se metan en lo nuestro. Ellos saben que yo me quedo a dormir en tu casa y no dicen nada. Nunca armaron ningún bardo. Me parece que podemos bancar estas cosas. Para ellos es difícil.

Tan difícil como corromper un lienzo, pensó Lourdes mientras, acordándose del episodio de las treinta velitas, pensaba que era cuestión de ponerle sólo una pizca de blanco al negro, no mucho, porque tenía que lograr un gris muy oscuro para lo que quería pintar. Con ese frío menos mal que se había quedado en su casa. De paso pintaba, porque el miércoles tenía que llevar algo al taller, aunque fuera algo a medio hacer. Entonces menos mal que se quedó, porque tenía tiempo de sobra para ponerse con su pintura y además el frío que hacía; era cuestión de asomar la cabeza por la ventana para darse cuenta que se estaba mucho mejor así, con pomos de acrílico esperando, la estufa y ningún compromiso. Sólo esperar la llamada de Pau que se había puesto esa pollera nueva con la plata que le dio Alicia para que se comprara algo para el cumple de Martín. La pollera verde bordada, que le quedaba hermosa. Así debía estar, transitando el saloncito que habían alquilado para la ocasión. Con las amigas de los padres diciéndole lo hermosa que estaba y qué bueno verla así. Qué bueno verla tan hermosa, tengo un sobrino divino, estudiante de Economía en la UBA, qué bueno tu look, que bueno todo.
Ya iba a llamar, nomás había que esperar a que comiera el postre, quizás después de las velitas, porque Paula sabía que Lourdes se iba a quedar despierta pintando, por eso no estaba tan apurada por llamarla, a pesar de que había prometido llamar a las diez y media. Entonces Lourdes tenía que levantarse del sillón y preparar el color para pintar. El problema era que si llamaba Paula, el color se le iba a terminar secando. Lourdes miró su celular pero pensó que lo mejor era no llamarla, porque si Paula no había llamado, debía estar pasándola tan bien que se le había pasado la hora. Ella no iba a hacer una intromisión. Alicia debía estar con su vestido color petróleo, revoleando su chalina bailando el carnaval carioca con su marido, contenta de que Paula estuviera así, de que todas la vieran tan hermosa, con esa pollera que había elegido. Contenta de que Lourdes no estuviera ahí, manchando todo de gris oscuro.
Lourdes prendió la tele. En uno de los canales vio que ya eran las once y cuarto. Cuarenta y cinco minutos de demora. Bueno, pero Paula no debía estar pensándolo así. Alicia debía tenerla de acá para allá, haciéndola hablar con todos, con los amigos de Martín, con ese Jeremías que a Alicia le gustaba tanto que ¿por qué no se lo garchaba ella misma? Vieja de mierda. Jeremías que debía estar ahí, porque era muy amigo de Martín y Alicia tan contenta de poder operar de celestina. Jeremías, el buen pibe de Alicia. Y la idiota de Alicia tan emocionada por todo.

Negro y una pizca de blanco. Lourdes apagó la tele y abrió el pomo negro. Sonó el teléfono. Por fin. Pau se acordaba. La rescataba del lienzo, de la blanca soledad, del pomo negro.
- Hola Lulita, ¿cómo andás? Perdoná la hora- saludó la madre de Lourdes, que estaba muy al tanto de la situación del cumpleaños.
- Hola mamá... escuchame, estaba esperando que me llame Pau.
- Bueno, hablamos mañana, pero ¿vos estás bien?
- Sí, sí... pintando. Ahora igual seguro me llama Pau. No quiero ocupar el teléfono.
- Dale, sí, mañana hablamos.

Doce y cuarto y Paula todavía no había llamado. Seguramente ya habrían cortado la torta. Seguramente ya habrían brindado. Bastaba una copa de champán para que Paula se olvidara del mundo. Lourdes había tapado el pomo negro y se había ido a lavar los platos y a ordenar un poco la cocina. Doce y media. Paula no iba a llamar. Una copa de champán encima, Martín, las amigas de la madre, Jeremías. Y Alicia debía estar tan contenta de que Paula estuviera así, con esa pollera, tan agradable con sus amigas, la familia unida, Jeremías, la cama de una plaza.

Y hacía falta mezclar el negro con el blanco para corromper el lienzo. Pero Lourdes se fue a dormir sin tocarlo.

viernes, 13 de mayo de 2011

Abusos


Fue en un boliche de Costanera, durante la fiesta que organizaba una conocida. Habían pasado siete años desde que había terminado la escuela primaria, sin embargo apenas lo vi lo reconocí. Matías Méndez, ese hijo de mil putas que durante toda la escuela me había atormentado con sus chistes de mierda.
"La Mari", me había puesto. La marimacho. Y no tenía que hacer chistes muy elocuentes, con mi nuevo sobrenombre alcanzaba para que todos sus seguidores se mataran de la risa. No tardó mucho en prender la moda de llamarme así y pronto mi apodo se propagó por toda la escuela. Cuatro años así. De tercero a sexto grado. El era un año más grande que yo, así que cuando egresó junto a toda su camada de abusivos, pude tener un año relativamente tranquilo. Pero fueron cuatro años de abusos constantes. Cerca de ochocientos días de recibir el peor de los espejos, la imposibilidad de ser y el silencio de las maestras. Evitar pasar por ciertos lugares del colegio donde estaba Matías y sus amigos. Ver cómo sus chistes iban tomando fuerza en los varones de mi grado y en toda la escuela. La Mari. La Mari y todos sus derivados. Matías en un pasillo y mi cara roja porque sabía lo que me esperaba sólo por pasar cerca suyo. La Mari. Las risas. La vergüenza. Y nadie a quien contarle. La Mari en silencio, marcada, en ochocientos días negros.

Me vio mirarlo, pero no me reconoció. Se acercó seguramente pensando que de tantas miradas que le eché tenía el levante asegurado. Me saludó haciéndose el canchero.
- Te vi que me mirabas ¿necesitás algo?- dijo con un tono soberbio que yo conocía muy bien.
- No, te miraba nomás.
- Soy Matías, ¿vos?
- Ya sé quién sos.
- ¿Nos conocemos? - preguntó intrigado.
- Sí - respondí. El me miró desconcertado. Realmente no me reconocía -. Nos conocemos de la primaria, Matías Méndez.
- ¿En serio? ¿Pero a qué grado ibas? ¿Cuándo egresaste?
- Vos sos un hijo de puta - le dije.
- Epa, ¿qué te pasa? ¿estás loca?
- Sos un hijo de puta - repetí. Y no pude decir más.
Tenía ganas de tantas cosas. Si hubiera podido lo hubiera matado ahí mismo. O me hubiera matado yo. Pero no esa noche, sino mucho antes. Me hubiera ido en alguno de esos días negros, o en una noche negra, para evitar otro día negro. Días de abusos, de esos golpes que llenan la vida de mierda y te la dejan colgando ahí por años. Matías Méndez, sin embargo, había egresado de la escuela muy tranquilo, con un trofeo honorífico al pelotudo más chistoso del grado. Matías Méndez. No me había olvidado.
- Escuchame, ¿cómo te llamás? - me preguntó todavía intrigado, cuando yo estaba a punto de dar media vuelta e irme.
- La Mari- le largué con un fuego que salía de la panza, de años de habitar ahí, de pudrirme desde ahí. A él se le desfiguró la cara. Pude entender que me había reconocido. Se quedó callado. Yo quería decir tantas cosas. Pero ya no a él.


Hoy leí en el Suplemento SOY de Página 12 el caso de Carlos Agüero, el pibe riojano que se suicidó después de una serie de abusos verbales y la falta de contención del colegio. Carlos seguramente hubiera recordado durante años la cara de Franco, el que le decía "puto" en medio de toda la escuela. Puto durante días y días. Puto y sus derivados. Puto por facebook. Puto cada vez que se lo cruzaba. Y si Franco lo decía muy fuerte, puto para los compañeros, para las maestras, para su familia. El puto, el puto, el puto, el puto, el puto. La Mari, La Mari, La Mari...

No lo saben. Maestras, compañeros, familia. No saben lo que es soportar la agresión constante. Ochocientos días negros. No saben y se ríen. No saben y se callan.
Pero nosotros no olvidamos.
Hay algo que se nos muere.

lunes, 2 de mayo de 2011

Después de las cinco



A las cinco de la mañana le había mandado un mensaje de texto la muy zarpada de Georgina, a pesar de que le había dicho cientos de veces que evitara los mensajes de borracha desesperada. El boliche estaba en su mejor momento, aunque el mejor momento del peor lugar, no sé qué carajo significa. Nosotras, por supuesto, pasadísimas de copas y todavía bien de plata, así que las copas no iban a dejar de pasar.
- Es cuestión de hidratación- me dijo Georgina.
- Pero se ve que a vos la piel te absorve a lo loco- contesté yo que, a diferencia de ella, tenía muy poca resistencia al alcohol.
- ¡Hay que tomar dos litros de líquido por día!
- De agua, no de cualquier líquido- contesté patinando las consonantes, muestra irrefutable de mi estado de ebriedad.
- Bueno, ¿pero qué tiene que le haya mandado un mensaje?
- Si hubieras estado tan segura, no se lo hubieras mandado desde el baño.
- Quería pensar. No se puede pensar acá con tanto ruido- se justificó ella. Yo dudé de qué tanto se podía pensar en el baño de un boliche, pero a esa altura no estaba para juzgar a nadie.
- Igual, Chorch... ¿Ahora qué? La mina no te contestó y vas a estar flasheando el resto de la noche.
- No. Para nada. La mina está haciendo la suya... Andá a saber. No pienso mambear, mami.

Georgina, o Chorch como le decía yo, como buena chonga, me decía "mami". A mí su "mami" me daba un escalofrío que evocaba todas mis fantasías de sexo carcelario. Pero Chorch sí mambeó, obvio. No enseguida. A la media hora, más o menos. Alguien nos había ofrecido un trago de procedencia dudosa y yo estaba evaluando si hacer uso del gesto generoso o mandarme a mudar. Y digo "alguien" porque no me acuerdo ni la jeta, pero debía estar por arriba de los 35 años, porque me acuerdo que nos contó que le decían "La Rata" y no puedo imaginar una mina con un seudónimo de esa índole que tenga menos edad. Yo dudé pero finalmente le entré duro y parejo, al trago, a La Rata nada más le hice una sonrisa y seguí bailando. La agarré a Chorch y nos fuimos para la otra pista. Pero ella estaba rara, como encendida. Y sí: mambeó.
- ¿Vos te das cuenta tu nivel de estupidez, no?- le dije con confianza, porque tanta amistad y licores nos daban la tranquilidad necesaria para putearnos siempre que hiciera falta-. La mina no te iba a contestar, era obvio. Si es una histérica. ¿Y qué ganás? Te cagás la noche. Y me la cagás a mí, de paso.
- A mí una mina no me caga la noche, mami.
- Escuchame, cátedra del macho argentino... estás flasheando. Justamente lo que dijiste que no ibas a hacer. Mirá, ni bailás. Y eso que acaban de pasar cuarteto. Yo esperaba que me revolearas un rato por la pista. O al menos que le hagas un encare a alguien. ¿No ves que estoy aburrida?
- Bueno, bancá...
- Bancá, nada. Son las cinco y pico, Chorch. ¿Qué digo yo siempre?
- Que a las cinco quedan las desesperadas.
- Y bueno, dale, plantá un encare y olvidáte de la histérica que debe estar durmiendo con su gato después de mirar una de Kusturica. ¡Un sábado a la noche, por dios! Vos le seguís el juego y la mina lo aburre hasta a Aliverti. Las cinco, Chorchuuu. Ponete los pantalones, loco. Clavá un encare que me cagaste la noche ya. Lo mínimo que pretendo es mirarte en chongo-acción.
- Ahí voy, mami. Ya tengo vista a una. Mirá... Esa, la de musculusa negra.
- Dale, andá. ¡Envalentonate!- la agité, mientras le pasaba lo que quedaba del fernet.

Georgina avanzó unos pasos hacia la tetona de musculosa que había divisado. Iba firme hacia su presa. Era hermoso verla actuar. Una chonga de pura cepa. Antes de llegar se acomodó un poco el pelo; no le gustaba que le quedara electrizado por la humedad del boliche. Yo la miraba mientras bailaba una cancioneta de moda. De pronto la vi frenarse, tomar su celular y volver hacia mí. Lo que seguía era esperable.
- Me contestó el mensaje- dijo tratando fallidamente de esconder su alegría.
- ¿Posta? ¿Qué dice?
- "Estaba durmiendo. Hablamos en estos días. Beso."- leyó ella.
- Bueno, genial... ¿no?
- Sí, ¿pero qué quiso decir con "hablamos en estos días"?... ¿Estará enojada?
- Chorch, dijiste que no ibas a mambear. Te dije que no mandes mensajes borracha. La puta que lo parió. Me vas a terminar de cagar la noche. ¿Vos qué le habías dicho?
- No me acuerdo. Te lo leo... Perá que busco... Acá está: "Creo que te amo".
- Sos decadente. No me dejaste ni reírme de las stripers porque estabas con esa cara de mierda. No bailamos cuarteto. ¿A qué vinimos? Andá a chamuyarte a la tetona porque te mato.

La tetona le terminó dando pelota, claro, porque Chorch es una chonga de ley. No hay forma de zafar de su chamuyo.
Además, ya eran más de las cinco y todas hacemos idioteces a esas horas.