domingo, 2 de diciembre de 2018

Ojalá que te enamores

Se dice que en Medio Oriente existía una maldición abocada a proferirte que hagas malos tratos. "Ojalá que te enamores", dicen que proclamaban los mercaderes para poder sacar la mejor tajada de un negocio. Esto fue retomado por infinidad de idiotas para escribir sus columnas idiotas sin chequear si esto tiene algo de real. Es cierto que "ojalá" es una palabra de origen árabe (oj-alá, por el Dios musulmán), pero más allá de eso no tengo los datos suficientes para afirmar que sea cierto. Sólo diré que suena verídico. Dudo de que haya existido en el pasado algo tan turbiamente mercantilizado como el amor romántico, pero a los fines de lo que voy a escribir, démosle la derecha y digamos que quizás haya sido así.
¿Qué pasa cuando nos enamoramos? Además de una multitud de estudios realizados sobre las sustancias químicas que se ponen en juego en nuestro organismo, me pregunto cuánto de esto no podrá ser equiparable a las sustancias que se originan cuando, por ejemplo, das un discurso público, estás a punto de tomar un avión, o cualquier otra situación de estrés o ansiedad de algún tipo. Hay que decir que todos nuestros actos están mediados por reacciones químicas, entonces no sé cuál sería la preponderancia de aquellas reacciones que tienen que ver con el enamoramiento. También hay sustancias que aparecen cuando estornudás. O sea que lo químico dejémoslo de lado porque si hay componentes moviéndose en cualquier situación, entonces destacar los que surgen durante el enamoramiento es bastante tendencioso.
Escuché a filósofos, psicólogos y licenciados de todo tipo resignarse a decir que la cuestión de por qué te enamorás de tal o cual persona y no de otra es algo finalmente inexplicable. Un asunto rayano con lo mágico. Yo creo que si ahí no hay una pereza del oficio, hay al menos un interés en no destruir esa última fe que nos queda. La magia del enamoramiento, al parecer, no debe ser manoseada por ningún experto. Sin embargo, estoy segura de que si investigamos algunas cuestiones de la composición de lo socialmente aceptado en este contexto histórico, es decir de lo que culturalmente es lo bello, lo digno de ser amado y de las formas de amar (del deseo y su persecución) en esta época y en esta región y al mismo tiempo hacemos una indagación psicológica profunda de la persona enamorada, entonces es muy probable que entendamos por qué está enamorada, de qué manera lo hace y, más específicamente, por qué se enamora de quien se enamora. No me parece que sea un misterio tan grande. Es posible revelarlo. El problema que acarrea exponer este tipo de misterios es ¿qué se hace entonces con la pérdida de la fe inmensa que tenemos con respecto al enamoramiento? Y con esto me refiero en particular al amor romántico. Porque lo que se cae una vez que empezamos a desentrañar este tipo de misterios es el esoterismo, o mejor dicho el discurso del amor idealizado, ese amor que promete amparo en un mundo absurdo y trascendencia ante la cruel verdad de que vamos a morir.
Ya sabemos que la idealización es condición sine-que-non del enamoramiento. No hay forma de que construyas una fe tan grande si no es a fuerza de erigir cierta cantidad de características "positivas" de la otra persona (a las que solemos llamar virtudes) y hagamos la vista gorda de muchas otras cuestiones que no nos gustan (a las que llamamos defectos). Por supuesto que la otra persona es un cúmulo de particularidades que a mí pueden no gustarme pero a otra sí. De todas formas esto tampoco es muy incierto en una sociedad globalizada en la que, por ejemplo la gordofobia es moneda corriente y al mismo tiempo hay una adicción muy grande a perseguir a la persona que nos rechaza, o que al menos "nos la hace difícil". Cuestiones que emergen en la mayoría de las historias "de amor" que he escuchado en mi vida. Es decir que el concepto del gusto no es necesariamente tan relativo. Pero volviendo a lo anterior, el enamoramiento es parte iniciática de la experiencia mágica del amor romántico.
Con respecto al amor romántico quiero explicar, para quienes no lo sepan ya, que es un concepto que no refiere al amor en sí, sino a un tipo de amor particular que fue popularizado en nuestra época Moderna/Posmoderna. Es decir, antes del siglo XIX las formas del amor de pareja eran totalmente diferentes. Los causales de matrimonio, al menos en las clases medias y altas, tenían que ver con cuestiones de posicionamiento social. No quiere decir que no se pudiera desarrollar afecto o amor hacia la otra persona. Lo que significa es que el amor como lo conocemos hoy en día tiene menos de 150 años. Yo diría que incluso podría datarse en la segunda o tercer década del 1900, cuando la publicidad empieza a tener mayor preponderancia (para leer más sobre esto recomiendo a Eva Illouz). Vale decir que el rol de la mujer como "ama de casa" y responsable de la reproducción de los pequeños trabajadores que el capitalismo necesitaba es unos siglos anterior. Pero en el caso del amor romántico, empieza a surgir como parte de la estrategia publicitaria (y aquí la ubico también en el discurso de la radio, la tv y el cine) para vender casi todo. Desde maquillaje, hasta viajes. Pero también para incitar una fe en un mundo secularizado que promovía un deseo de consumo irrefrenable. Porque lo que propone el amor romántico es la realización concreta de otra gran mentira que es la idea de felicidad. En realidad, el truco de la felicidad es que no es algo concreto sino difuso a lo que al parecer podés aproximarte pero nunca satisfacer del todo (aunque te digan que sí). Y si algo no se satisface, el deseo se puede movilizar de manera constante. Y si siempre te faltan 5 pal peso y hay alguien diciéndote que si estás más flaca (comprántode los truquitos de Cormillot) o usás tal perfume, o te vas con tu pareja al Caribe, entonces seguro lográs llegar a eso que tanto ansiás... pavada de artilugio publicitario. Siempre vas a tener que comprar algo. Y nada te hace consumir tanto como el deseo de la felicidad que promete el amor romántico. No sólo eso. El otro efecto de todo esto -vale para explicar uno de los mecanismos de la Modernidad- es convertirte en una persona a la que toda la vida le van a faltar 5 pal peso. No sos suficiente. No es que hay un sistema aplastándote, es que vos no sos digna de ser amada. No sos digna del palco. Nunca, boludita, nunca vas a ser feliz. En qué seres terriblemente insignificantes nos han logrado convertir. Entonces sí, ojalá que te enamores. Ojalá que añores ese amor que no existe, que es inalcanzable, ojalá que compres todo lo que creés que hay que comprar, ojalá te adaptes y te sometas, porque si dejás de desear esto, si le sacás el velo a toda esta ceguera ¿qué podría pasar?
En mi caso, transité toda mi vida añorando, soñando, imaginando ese tipo de amor. Si podía lograr que alguien me quisiera así, todo lo demás iba a cobrar cierto orden. Y mi desamparo iba a estar auxiliado para siempre. Bueno, no cualquier persona. Mi sujeta de deseo.
Quiero explicar que ese desamparo que tenemos no es ilusorio. Tiene que ver (acá una psicóloga seguro lo explicaría mejor, pero voy a bocetar lo que para mí es lo que pasa) con la angustia de la separación de la madre. Esto sucede de manera diferente en cada persona, pero sí creo que en cierta medida todes queremos recuperar ese lugar idílico que hemos perdido. Una fantasía de protección absoluta e incondicional. No importa cómo hayan resultado ser nuestras madres (por eso cuando hablo de Madre, me refiero en realidad a la madre como figura y no con respecto a la personalidad particular de la que nos ha tocado), pero esa fantasía sucede igual porque es originaria y constitutiva. Nos construye como sujetas. Y aquí está lo que para mí es lo más importante y es que ese lugar del cobijo de nuestra madre lo hemos perdido para poder vivir. Porque si siguiéramos pegadas a nuestra madre y su infinita protección, no estudiaríamos, ni trabajaríamos, ni socializaríamos, ni garcharíamos. Entonces, el amor que la otra persona nos puede dar es siempre acotado y tiene la irremediable característica de ser inestable. Y con esto quiero decir inseguro. No podemos poner a la pareja en el lugar de la seguridad porque el vínculo con les otres es siempre un riesgo. Nadie te va a cobijar como tu mamá, pero como me dijo una vez mi psicólogo que con esta frase ha tenido un gran acierto: Tu pareja no va a ser nunca la teta de tu madre.
En ese sentido, el amor romántico promete ser la teta de tu madre. Pero esa teta siempre se está moviendo más allá. Y es tan difuso todo cuando estás en ese circuito de idealización que ni siquiera nos percatamos que nos estamos queriendo garchar a mamá.
Con esto no estoy queriendo decir que el amor no existe. El amor es algo real, aunque no sé si es algo concreto. Pero digo que veo el amor en una infinidad de situaciones. Con nuestras familias, mascotas, amigues, amor a las cosas que hacemos, a los proyectos que tenemos y también a una pareja. Pero más que nada hay un amor al que pocas veces le damos pelota y es el amor a nosotras mismas. Qué pasaría si todo ese cúmulo de deseo irrealizado, toda esa exaltación que ponemos en la otra, lo pudiéramos redirigir a nuestra propia vida, a nuestra hermosa identidad, a nuestras cuerpas, a nuestro goce. Qué pasaría si en vez de añorar enamorarnos de otras, pudiéramos un poco enamorarnos de nosotras mismas, sonreírnos para adentro, ser cómplices de nuestras cositas propias. Y después de todo eso, sí, salir a amar de otra manera, reconociendo a la otra como una sujeta diferente, diversa, no puesta a disposición de la concreción de una felicidad de propaganda berreta, sino tan persona como nosotras. Qué pasaría si en vez de necesitar atraparla, someterla a nuestras voluntades, a nuestra necesidad de que encaje como sea en nuestro paradigma de cómo debería ser "la persona que tengo al lado" o cómo debería ser ante nuestra familia y todas las cosas que deberíamos tener en común, la dejáramos ser como es y entendiéramos que lo verdaderamente importante son las instancias de amor y no de enamoramiento, de compartirse como se pueda y no idealizarse, de sacarse la careta de que la otra viene a resolvernos y a ampararnos en lo que nosotras mismas no pudimos resolvernos ni ampararnos. Qué pasaría si aceptáramos que el amor es otra cosa, que lo podemos recibir en diversos ámbitos y de diversas personas y empieza en nosotras y en nuestro amor y en el ejercicio que tenemos que hacer sobre nuestras propias vidas. Qué trabajo inmenso.
Pero yo creo que va por ahí. Y pienso que esta es nuestra oportunidad histórica de dejar de pedirle tantas garantías al amor romántico, para empezar a destruirlo de a poco y a inventar un amor real, que como dijo el poeta, es como vivir en aeropuertos.

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