sábado, 21 de agosto de 2010

Cómo mover un elefante dormido



En Africa, me enamoré de un elefante.
No era raro en esos días que una mujer se enamorara de un elefante. Sin embargo, yo había vivido meses en Africa y no había conocido ningún bicho particularmente intrigante.

Ocurrió que en un safari de esos con jeeps y fotógrafos de la National Geographic, me separé de mi grupo persiguiendo una hiena que me había robado un paquete de papas fritas que yo guardaba para la picada. La muy burlona, se había ido matándose de la risa de mi gesto desconcertado. La corrí durante varios minutos hasta que me di cuenta que era imposible alcanzarla. De pronto, noté que mi grupo había desaparecido. Estaba perdida y, para tratar de reencontrar a mis compañeros, caminé unas horas casi llorando, pero con cuidado de no deshidratarme.

Debajo de un árbol lo vi tirado, haciendo la siesta. Era el elefante más hermoso que había visto en mi vida. Fui conciente que no podría jamás explicar ese amor inmediato a cualquiera que no hubiera visto de cerca a ese maravilloso conjunto de toneladas grises. La luz violácea del sol retirándose del cielo le pegaba en la piel transformándolo en un ser casi mitológico.
Cuando sintió mi presencia observante, entreabrió los ojos.

- Hey, ¿quién es usted? ¿qué quiere que me mira así? - me dijo.

No supe qué contestar. Me quedé muda de amor. Permanecimos mirándonos por varios minutos sin pronunciar sonido alguno.
Pronto su mirada cambió. En ese cruce de intenciones, él también se había enamorado de mí.

Cuando oscureció me abracé a él y con su trompa abrigó todo mi cuerpo. Dormimos olvidados del mundo. No había tiempo ni espacio. Habíamos quebrado las leyes de la física y la naturaleza. Eramos hermosos y las estrellas nos miraban envidiosas.

A la mañana nos despertamos sonriendo. Nos contamos nuestras vidas mientras tomábamos el café con leche que yo había guardado en mi termo. Pero cuando se hizo hora de emprender mi retorno a la ciudad, él no comprendió. Le expliqué que yo estaba viviendo en Ciudad del Cabo y que la única forma de llevar adelante nuestro romance, era emprender el camino hacia allá juntos. No estaba seguro. Amaba la selva y sus tardes de siesta. Yo me ofrecí a empujarlo, si prometía dar algunos pasos por su cuenta. Por suerte accedió y comenzamos a caminar hacia la ciudad. Nos tomó semanas. Daba uno o dos pasos por día. A veces daba diez, pero se arrepentía y regresaba siete. Lo que sucedía en general era que yo debía empujarlo mientras él dormía la siesta. Nadie puede figurarse lo duro que es empujar un elefante dormido. A veces lo hacía como cuando uno mueve un auto que no arranca. Otras veces lo cargaba en mi espalda. Algunas mañanas teníamos buenas conversaciones y él decidía caminar un poquito más de la cuenta. Yo sentía que si podía continuar empujándolo y manteniendo las charlas persuasivas, eventualmente llegaríamos a la ciudad y todo sería diferente.
Pasó un mes. Bajé excesivamente de peso. Me dolían los músculos y las articulaciones. Tenía callos en las manos y ojeras oscuras (para apurar las cosas había empezado a empujarlo también durante la noche). Tenía la espalda a la miseria de sostener su peso. A veces, después de alguna pelea, se regresaba ofendido muchos pasos hacia atrás (o por lo menos hacia lo que para mí era ir para atrás). Yo quería tanto, tanto a ese elefante. No había visto en toda mi vida un ser tan hermoso. Y cuando lo miraba parecía que todos los callos del mundo valían la pena.

Una tarde tuvimos una discusión acerca de su siesta. Yo quería aprovechar para andar algunos pasos antes del anochecer. Él quería dormir. Yo argumentaba que faltaba tan poco para llegar a la ciudad (mentira, faltaba al menos uno o dos meses más de caminata al ritmo que llevábamos). El quería dormir tan encarecidamente y estaba tan aburrido de ser empujado que llegó a decir que ya no estaba seguro de querer venir conmigo. Yo había estado empujándolo durante mes y medio, pero lo valía, me repetía que lo valía. Nunca había conocido un animal así. Por las noches solíamos hacer una fogata. Yo le contaba chistes verdes y él me relataba historias de animales que conocía. Nos mirábamos con el amor más inmenso que hubiera presenciado esa selva jamás. Pero todo era empujarlo. Todo se había convertido en rogar que él hiciera uno o dos pasos más esta vez, para ahorrarme un poco los dolores de espalda.

Él siguió con el mismo ritmo unos días más. La última vez que lo vi, los dos lloramos tanto que hicimos un lago nuevo. Los de la National Geographic vinieron a sacarle fotos, maravillados.

Me había enamorado de ese ser hermoso.
Pero no hay nada más desgarrador que tratar de mover un elefante dormido.

28 comentarios:

  1. Maravilloso. Gracias

    Auskalo

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  2. entre otras cosas, visualmente hermoso srta. T.

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  3. Lo mejor que leí tuyo, lejos. Y eso que todo lo que suelo leer de tu blog me encanta...
    Manatee

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  4. eso, eso que dijo brilluda! yo quiero dibujar esta historia!

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  5. "Anónimo dijo...
    Lo mejor que leí tuyo, lejos. Y eso que todo lo que suelo leer de tu blog me encanta..."

    es hermoso, pero esta chica tiene muchas cosas hermosas.


    y no, nada mas desgarrador que tratar de empujar un cuerpo muerto.Pero sabes? todo es crecimiento...
    quizás al próximo elefante lo veas, lo beses, te envuelvas en él, y lo sepas dejar en su selva...

    saber renunciar a tiempo, te puede costar un lago, pero el mar de sangre todavia te corre x tus vasos capilares.

    te mando un abrazote de peluche

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  6. Me diste en la nuca con este texto hermoso y es vedad no hay nada mas desgarrdaor que tratar de mover un elefante dormido...
    Lindo lindo de verdad gracias por compartirlo.
    Beso

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  7. dale La Hueco!! aunque sea un borradorcito...
    (ud. qué dice T.?)

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  8. fa.. increible
    Duele.. y mucho.. intentar empujar un elefante dormido.. todas hemos tenido nuestros elefantes..

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  9. Dulcemente triste.
    Tristemente dulce...
    A.H.

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  10. Muy lindo :)
    Quizas el error...es buscar modificar las cosas que naturalmente se dan de otra manera...Si uno se enamora de un elefante dormido, porque después quererlo mover...
    Un besote!

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  11. brillosudísima y huecosa: permiso para dibujarme, citarme, rumiarme, todo lo q sea en nombre del arte. como cuando los actores se ponen en bolas. todo se puede hacer en nombre del arte.

    impulse literal (sos mi desodorante en bolilla): buena idea la suya... pero nadie quiere q el elefante deje de ser elefante. ni siquiera q deje de dormir. pero sí que sepa que, si accedió a emprender un viaje en conjunto con otra persona, en cada siesta suya alguien lo está empujando.

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  12. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  13. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  14. Adhiero a Ailin, todas hemos tenido nuestras elefantas...ahora qué empecinamiento el de una querer moverlas (espero no ser malinterpretada!!)

    Saluditos Miss T.

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  15. uf! sublime, sin palabras!!!!

    Creo que estoy enamorada de un elefante... pero no importa si no quiere venir conmigo a la ciudad... no importa donde estemos, si estoy con mi elefante y puedo sentir el calorcito de su cuerpo y el aroma de su piel... sospechaba que las estrellas nos envidiaban, ahora lo confirme.

    Gracias chiqui!!! siempre tan... magnifico lo tuyo. Na.

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  16. nena, anoche te leí como pude desde casa (la conexión me alcanzó para este post)
    me encantó.

    ahora le entro al otro, ya que no pude acceder a él desde mi pobre conexión a duras penas prestada por un vecino no enterado.

    te mando beso gigante

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  17. pd: no pudiste elegir mejor foto

    reitero, me encantó el relato...

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  18. mmm,...
    quizás en vez de empujarlo había que fabricarle alitas... :)

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  19. "Eramos hermosos y las estrellas nos miraban envidiosas."

    Me mató esa frase

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  20. Maravilloso!
    Durísimo darse cuenta que siempre supimos que era un elefante, desde el principio, y aún así lo seguimos queriendo mover

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  21. Maravilloso!
    Durísimo darse cuenta que siempre supimos que era un elefante, desde el principio, y aún así lo seguimos queriendo mover

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  22. Excelente parábola, seguramente todas nos cruzamos, alguna vez en la vida, con un elefante así.

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  23. naaa vos la verdad q t zarpas......

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  24. Sublime! Me emocionó este post. Me encantó el cuento.

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  25. Hermoso cuento, me sentí muy identificada.
    Besos!

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