viernes, 17 de diciembre de 2010

Ser Fina



Cuando a Josefina le preguntaban qué quería ser cuando fuera grande, ella respondía muy orgullosa:

- Hombre.

Y no porque pensara honestamente en dejarse la barba y recurrir a una serie de operaciones, sino simplemente porque creía que los varones tenían la vida mucho más fácil, sin tener que parir y toda esa cantidad de dolor, sufrimiento y cursilerías que atraviesan las mujeres a lo largo de su existencia. En sus días de nueveañera, la ventaja de ser hombre parecía ser una de las mayores certezas a las que había llegado en materia de su futuro. Por eso, cada vez que le preguntaban, Jose contestaba lo mismo. Sistemáticamente, los adultos repetían el suceso una y otra vez para tener algo en qué entretenerse.

- Jose, ¿qué querés ser cuando crezcas?
- Hombre.

Luego, la esperada risotada. Y aunque todos consideraban deliciosamente pintorescas las desenfadadas palabras de Jose, a mamá Inés había empezado a parecerle ligeramente... No supo bien ligeramente qué, pero por las dudas prefirió dejar de llamarla Jose, ese apodo tan ambiguo. Así, en los días en que Jose perdía sus dientes de leche, fue ultrajada también de la primer mitad de su nombre. Para mamá, en adelante se convertiría en "Fina".
Fue un cambio paulatino. Mamá Inés lo hacía casi como un juego.

- Fina, Fina... ¡qué finura! ¿no te parece divertido?

Pero Josefina no terminaba de encontrarle la gracia.
Mamá tuvo que poner mucho empeño, pero el nuevo seudónimo prendió como varicela entre los chicos del grado de Fina. Y Fina se lo cargó en la mochila hasta después del secundario.

A los dieciocho, Fina tenía un título de bachiller y muy pocas ganas de ponerse a buscar trabajo. Mucho menos de meterse a estudiar, después de todos esos años de confinamiento educativo y de todas esas idiotas a las que de lunes a viernes llamaba compañeras. Una solita había rescatado de ese caldo de mediocres del secundario, su querida Vero, a la que con mucho cariño llamaba "mi enfermita mental". Vero era una delincuente menor, un espíritu blanco vestido de negro y de relativo buen beber. Del rechazo al viaje a Bariloche en el secundario hasta las andanzas en la clandestinidad de los boliches gay de la ciudad, Vero había compartido con Fina destrucciones, resacas y nuevas sexualidades. Para Fina no era casual haberse hecho amiga de su enfermita mental. Decían y callaban las mismas cosas.

Pero Vero no supo hasta sus diecinueve que a Fina alguna vez, tan comunmente como ahora le decían Fina, la habían llamado Jose. Sonaba obvio. Josefina, Jose. Y fue de pura casualidad que lo supo, cuando se topó con un viejo cuaderno de la primaria de Fina, en el que algunos compañeritos le habían dejado unas dedicatorias por el fin de año.

- Jose... No me suena. Yo te conozco como Fina- reconoció Vero.
- Sí, me lo puso mi mamá, creo.

Pero Fina no logró acordarse bien en ese momento. Tampoco se acordó de que un tiempo después de cambiarle el apodo, mamá se apareció con ropa nueva, para la nueva Fina. Ni lo contenta que se puso Inés el día que fueron a comprar el primer corpiño o las flores de papá cuando Inés le contó que Fina ya era "señorita". No se acordó en ese momento que mamá corregía a todo el mundo y les avisaba que "ahora le decimos Fina", para que supieran que Josefina había dejado atrás mucho más que los dientes de leche. No lo recordó en ese momento, pero sí de a poco. De a un recuerdo por vez, durante varias semanas, en el término de algunos meses. Se acordó de todo.

La noche que Fina y Vero vieron a Rocío en un boliche al que asistían ávidas de sangre femenina, Fina le clavó los ojos y con delicadeza gatuna se puso a bailar tan cerca que no tardaron en ser necesarias las presentaciones. Fina le ganó de mano al tiempo y a toda velocidad se presentó:
- Josefina.
- ¿Jose?- le preguntó Rocío, con la intención de arriesgar su sobrenombre.
- Fina- aclaró Vero.
- Jose- corrigió Jose y en la piel recuperada de su antigua existencia se sintió tan feliz y tan cómoda que a Rocío le pareció encantadora.

Jose y Rocío se pusieron de novias un 20 de julio, pero Rocío tardó varios meses en conocer a la familia de Jose. Cuando Jose se animó a llevarla a su casa, Inés, con una costumbre lejanamente adquirida, le aclaró a Rocío:

- Nosotros le decimos Fina.

Rocío, que sabía muy bien lo que todo eso significaba y no tenía ninguna necesidad de respetar los atropellos, respondió:

- Pero yo le digo Jose.


Y mamá Inés, que durante tantos años había intentado tener una hija Fina, tuvo que beberse entera a Jose, a Rocío y a todos los fuegos que había tratado de apagar.

21 comentarios:

  1. Porque no te lo dije en 2hs de charla y porque sé que lo necesitás (siempre necesitás que te den amor ja!):

    TE QUIEROOOOO, GOMAAA!

    (Sólo para que no me tildes de poco afectuosa)

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  2. Ah ah ah, igual no era eso lo que querías, no?

    Te doy toda la noche! Estás re fuerrrrrte!

    (Mejoró?)

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  3. Je... sos un amor... :)
    Gracias! por fin me das un poco de pelota eh!!! Cancherita, no te borres.
    Te quiero!

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  4. jajajaja... sí, mejor que babearse por mi amiga.

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  5. Amiga? Qué amiga? Por favorrrr! ;)

    Vos tampoco te borres, que sin borronear sos más copada!

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  6. Muy linda y tierna historia...Parece qué mamá Inés olió desde siempre a una "fina pastelita..." y quiso taparse los ojos para no ver,era cuestión de tiempo...Las mamás nunca quieren ver lo evidente. Me pasó lo mismo. besote!

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  7. yo cuando era chica pensaba que iba a ser nena, nene, chica, chico, mujer, hombre, anciana y anciano. cuando me enteré que no me quise morir.

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  8. Muy bueno!! me hizo acordar a mi en cierto punto, nada mas que yo tenia tanto anhelo de poseer un pene y a la edad de 5 a 7 aprox. me ponia un bulto de papel higienico o a veces las tipicas medias en la pochola y bajaba corriendo y gritaba a todos que ya me habia crecido un pito (?
    Esta navidad voy a seguir pidiendole a papa noel un pene para mi... (o aunque sea un nuevo consolador)jua!
    Me gusto mucho!!

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  9. Siempre con sus delicadeza que intenta agudizarnos todo.
    Por eso la amo.

    Odio la multitud en Corrientes, habia que irse rápido, quizás era contagioso.
    Pero amé a Pedro y todo lo que hicimos después.

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  10. ajjaaja
    que buena historia!!!!
    que pijazo para la madre jaja

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  11. Plas plas plas. Yo creo que quien más quien menos se ha modificado el nombre. Yo también hubiese preferido Jose en caso de que mi madre hubiese tenido tan mal gusto. Perdón si alguna se llama Josefina...

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  12. este post me encanto

    el viernes conoci una josefina que cuadraría muy bien con esta historia.

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  13. Hola! Me encantó este texto. Lo empecé a leer y no lo pude dejar hasta terminarlo. Sos zarpada Silvina!!! Te felicito!!! Flor.

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  14. uuuf... esa foto, la mirada de la nena es impresionante y después la historia tan conectada, tan sentida...
    De casualidad te leí el año pasado y no pude dejarlo, gracias por compartir así tan bonita, tan fresquita, un poquito de tu interior. un abrazo.

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  15. changui: sí, la mirada de la nena lo dice todo.... (y la mano del padre)
    muy sentidas tus palabras.
    muchas gracias, de verdad

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  16. eu...
    no puedo creer lo que me provocó esa foto, o será verla así, sin saber nada, lo que me inundó de intrigas...
    quién será? es la madre a quien mira ? o quién sacó la foto?, qué estaba pensando para mirar de esa manera? qué pensará ahora?
    mis disculpas... pero esa mirada me siguió estos días...

    que disfrutes el viaje golondrina...
    lo sabré algún día

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  17. Sin palabras. Como si realmente pudiera ser toda la verdad. Encantador!

    besos,

    Aururu

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