miércoles, 25 de abril de 2012

Té para dos


¿Cuánto tiempo más voy a tener que aguantar este traqueteo? Ella me dice que cuando me levanto tengo voz de traqueteo de tren sobre vías oxidadas y cuántos días más va a tener que aguantar todo eso. Yo le digo que se calme, que esta no es manera de hablarme. Recién me despierto, le digo. Ella dice que está harta. Dice podrida, en realidad. Estoy podrida. Yo no entiendo de qué habla. Levanta su ropa del piso de mi habitación, se viste rápido y se va a la cocina a hacerse un té. Apenas tengo tiempo de vestirme. Me pongo un par de cosas sólo para no estar desnuda y me voy a la cocina porque sé que todo el tiempo que demore, va a ser tiempo que voy a perder de su posible explicación. Al menos se hizo un té, pienso. Si quisiera irse ahora mismo, no se haría el desayuno. Pero también así es ella. Quiere irse pero le da culpa así que prepara el desayuno como para que esté todo bien. Cuando llego a la cocina me sonríe. No entiendo nada. Yo sé que lo del traqueteo del tren lo dice en broma. Pero esta vez lo dijo en otro tono. Fastidida. Le pregunto si puso agua para mí también. Dice que sí. Todavía hace té para dos. Estoy salvada. O relativamente salvada. No sé si retomar la discusión o hacer como si aquí no ha pasado nada. Voy al baño a lavarme los dientes. Mientras la escucho buscar las tazas (me gusta que se sienta cómoda en casa, que sienta que es como su casa) trato de acordarme qué pasó ayer, qué dije, qué hice que la puso así. Todo normal. Comimos, cogimos, dormimos. No parecería haber nada en mi conducta que pudiera haberla enojado. Pero no es enojo lo que le pasa. Es algo peor. No quiero ni pensarlo, pero por su tono lo deduzco. Ya va siendo ese momento. El momento en el que ella se cansa de mí. Quisiera decir que no sé qué hago, pero sé bien lo que hago. Sé exactamente lo que la espanta, pero no puedo evitarlo. Salgo del baño. Ella está tomando el té apoyada contra la mesada de la cocina. Eso significa que ya se va. Si quisiera quedarse más tiempo se hubiera sentado en el living. Hubiera puesto los individuales, hubiera agarrado unas galletitas, ella sabe dónde las tengo. Pero no. Está tomando el té en la cocina, a las apuradas como si fuera uno de esos días de semana en los que se quedaba dormida y tenía que salir corriendo al trabajo pero con algo en el estómago y entonces mientras ella se lavaba la cara yo le hacía un té y se lo tomaba rápido y se iba y a veces, sin querer, de tanto apuro me saludaba con un beso en el cachete. Cuando me daba esos besos yo sentía que no iba a volver a verla, pero después una llamada telefónica, un mensaje de texto. Después ella y su risa y sus ganas de hablar conmigo y entonces seguramente nos veríamos el próximo fin de semana y todo volvería a estar en su sitio. Pero ahora nada está en su sitio. Esa cara. No quiero saberlo, no quiero ni preguntarlo, pero esa cara me lo está diciendo. Agarro mi taza de té y me apuro a tomarla. El ritmo acelerado de ella se me imprime. No sé porqué me apuro. Creo que si termino el té al mismo tiempo que ella, de alguna manera algo va a emparejarse. Me quemo la lengua un poco. No importa. No hay nada que quiera decir. Este es uno de esos momentos en los que me pongo tan nerviosa que el cerebro directamente decide abandonarme y todo lo que digo sale de no sé dónde. De la boca o del culo. Pero, por supuesto, la curiosidad me domina y hablo. Hablo con el culo y digo cosas que sólo un culo podría decir. No tengo mucho registro de lo que estoy diciendo. Creo que hago un par de bromas. Ella se ríe. Con cada sonrisa siento que me salvo un poco. Pero no alcanza. Mi culo necesita saber todo. Qué le pasa. Qué dije. Qué hice. No es lo que hiciste, me dice; es algo mío. La puta, pienso. Eso quiere decir que no es algo de ella, que es algo mío. Que algo hice. Y sé lo que hice. Prometí no hacerlo pero lo hice. Se nota. La puta, la re puta. Me enamoré. Y se me nota. No quiero que hable más, pero habla. Ahora ya está. Va a decir todo lo que no quiero escuchar. Todo lo que ya sé. No va a decir que el problema es que yo me enamoré y ella no. Va a decir otras cosas. Eufemismos. Pero las dos vamos a saber lo que está queriendo decir. Ahí está. Lo está diciendo. Yo casi no puedo escucharla. Hay palabras que ruego que no diga. Si yo pudiera, en este momento, arrodillarme y pedirle algunas cosas a dios, lo haría. Soy atea, pero juro que lo haría. Ahora dice que no sabe si tiene sentido vernos, dadas las condiciones. Dadas las condiciones yo me pegaría un tiro. Eso no se lo digo porque me suena muy telenovelero, pero lo pienso fuerte para ver si de alguna manera se lo transmito por telepatía. Me dice que qué me pasa con esa cara de loca que tengo. La telepatía evidentemente no funcionó. Le digo que no me pasa nada. Que es mejor que nos tomemos todo con calma. ¡Con calma! Qué caradura. Estoy a punto de ir a París sólo para tirarme al Sena y tener un final medianamente poético y le digo que nos tomemos todo con calma. Hablando de tomar, me acuerdo que no me terminé el té. Está medio frío pero me lo tomo igual. Ella ya se lo terminó. Entonces ya está: nada va a emparejarse. Yo estoy enamorada y ella no. Pienso en lo que hicimos ayer: comimos, cogimos, dormimos. Pero comimos una comidita que le hice yo con todo amor, cogimos escuchando música lenta y nos dormimos abrazadas (yo la abracé a ella, claro). Estoy enamorada y se nota. Ella lo sabe. Quiero hacer algo, lo que sea, para que las cosas no sean como son. Para que todo lo que es evidente se le haga confuso. Le digo que no es tan terrible, que podemos ir de a poco. Pero ya está. No hay ritmo que nos equipare. Ella se terminó el té y está lista para irse. Va a ser mejor que dejemos de vernos, me dice.
Ella se va y estoy segura que va a cumplir su promesa de no volver a verme. Ahora sí me tiro al Sena. Pero primero lavo los platos, o mejor dicho las tazas. Las últimas dos tazas. Yo ni siquiera me tomé la mitad del té y estoy sumergida en lo más profundo de la taza, entre las hebras, entre el amor evidente, entre todas las idioteces que dije cuando estaba pensando con el culo.

8 comentarios:

  1. hacía siglos no te leía. Seguís escribiendo igual o mejor...

    Lamento que tu fuente de inspiración sea la tragedia, o al menos deseo que esto sea viejo... que no estés flotando en el Sena, que no estés en Soltería City y que si lo estás, estés mejor que en Marriage Land.

    Te mando un besote. Me gustaría saber qué fue de tu vida tantos siglos después..

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  2. Brillante, tortódroma. Gran retrato. Están todos los detalles, todos los pensamientos y colores -y hasta olores- de esos cinco? diez? minutos. Un gusto volver a leerte.

    daro

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  3. "Hablar con el culo"...y cagarla (por supuesto) cuantas somos de ese ejército!

    Por fin volvimos a leer T.

    Saludos desde Rosario.

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  4. aceleración del pensamiento cular
    saludos afectuosos

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  5. Las Linda Blair de la palabra. Qué linda esta vomitona, T. Un placer leerte. Después de girar 360 la cabeza vuelve a su lugar.
    Abrazos y besos!

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  6. i n c r e i b l e mujer! he comenzado a adorarte, amo como escribis.

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  7. tanto reflejo de mi misma desesperación, de mi hablar con el culo, de mi hundirme.. en una taza, en una almohada, en llanto.

    Te sigo leyendo..

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