viernes, 22 de julio de 2011

VIII - Cuando te haya llevado la luna

Una vez que Victoria se haya ido a España, nadie va a querer coger conmigo.
Me he vuelto un ser humano tan triste que nadie tendría ganas de acercarse a mí. Hace unos años quizás, hubiera podido lograr algunas conquistas. Pero me abrí a Victoria porque no pude hacer otra cosa. Me enamoré de ella y me pasó por encima como una aplanadora. Y como me abrí a ella, quedé al descubierto para cualquier otra persona. Me convertí en una mujer unidimensional, obvia. Desparramada como un frasco de salsa de tomate caído repugnantemente en el piso de la cocina. No hay nada en mí que represente ningún misterio. Ahora que ella me está dejando, sé que nadie cogería conmigo.

Escucho un estruendo que viene desde el baño. Ruido de cosas que se caen de las repisas.
- ¿Qué pasó? -grito desde mi pieza.
- Nada. Ya está. Ya casi termino -me contesta Victoria que está maquillándose frente al espejo. Ella casi nunca se maquilla, pero cuando lo hace se nota que sabe. Tampoco hace alarde de la ropa que se compra, pero es cara y le calza impecable.
Sale del baño y viene a la pieza. Yo estoy sentada en la cama, inmóvil, mirándome las zapatillas, concentrada en que tendría que lavarlas o pasarles un trapito, pero no estoy realmente pensando en eso, hago como que pienso en eso y se lo comento a Victoria. Ella no me mira ni me contesta porque está buscando su vestido nuevo en una bolsa.
La pieza está hecha un caos. El placard vomitando ropa, ropa tirada en el piso, más ropa sobre la cama, la cama deshecha, la tele prendida pero sin volumen; la música de la compu que está en el living nos llega como enredándolo todo un poco más. Hace tres días que Victoria está internada en mi casa y no limpiamos nada. Se suponía que iba a quedarse unos días para aprovechar el poco tiempo que nos queda juntas, pero al final lo que más hicimos fue discutir.
Victoria está en bombacha y musculosa. Tiene el pelo recogido en un rodete.
- ¿Te lo vas a dejar así? -le pregunto.
- ¿Qué? ¿El pelo? No, ahora me lo arreglo bien. Después de ponerme el vestido.
Claro, ese es el orden que saben las nenas: primero el maquillaje, después el vestido, el peinado, los zapatos y las uñas. El pelo después de la ropa para no despeinarse. Las uñas tienen que ser lo último, para que no se corra el esmalte. Victoria lo sabe. Yo creo que lo supe alguna vez, pero siempre hago todo al revés. Igual, hace rato que no me visto para una fiesta.
Se saca la musculosa y se pone el vestido. Con el maquillaje y el pelo recogido le queda mejor que cuando se lo probó el día que lo fuimos a comprar. Trato de mostrarme tranquila con todo esto. Ella se va sin mí a la fiesta de despedida que le organizó la madre. Y yo me lo tengo que bancar. Casi dos años en pareja y su familia sigue actuando como si yo no existiera. Victoria me lo explicó varias veces, pero sigo sin entenderlo. Uso la palabra "entender" porque es la que usa ella cuando se refiere a su familia. Que los tengo que entender. Que no es fácil para sus padres entender que su hija está de novia con una mujer. Que en la fiesta van a estar los amigos de sus padres, sus abuelos, sus hermanos y para todos ellos lo nuestro no es tan entendible, que es mejor ahorrarse el problema. Todo para ella tiene que ver con entenderse y parece que yo no entiendo nada. Yo creo que lo entiendo, pero siento que todo lo que está pasando es una atrocidad. Victoria nunca se hizo cargo de lo nuestro y encima ahora se va a España para complacer a su familia y evitarse todo lo que nuestra pareja le está significando. No puedo más. Muchas veces sentí que estaba a punto de estallar, incluso unos meses antes de lo del viaje, pero me terminaba echando atrás, como ahora que quiero decirle cientos de cosas y finalmente me contengo. No quiero ni hacer un gesto de más, porque ni bien se me escurra algo que manifieste mi bronca o mi sensación de abandono, ella va a saber leerlo y se va a desatar otra pelea. Estoy realmente agotada. Faltan diez días para que se vaya y todo se está poniendo insostenible.
Miro la tele de mi pieza. Están dando una película de amor que ya vi. Me imagino mirándola una vez que Victoria se haya ido a la fiesta. Acostada, sola, sin nada más para hacer que mirar esa película que vi decenas de veces. Esa idea me atraviesa el estómago y me asquea. Entonces, casi inevitablemente, le termino escupiendo una confrontación porque no soporto quedarme con esto encima.
- Tu familia ni se imagina -le digo a punto de tirar una bomba.
- ¿Qué cosa? -me responde con cara de hartazgo porque sabe lo que se viene.
- Que aunque yo no voy, vos vas a ir hermosa -. Ni bien lo largo, me arrepiento.
- Gracias -contesta con tranquilidad y me perdona la vida. Si se lo hubiera tomado a mal, mi comentario hubiera bastado para seguir discutiendo, como venimos haciéndolo todos estos días. Pero ahora elijo calmarme y no buscar más pelea porque me alegra haber zafado. Siempre lo mismo: provoco, pero después soy incapaz de hacerle frente a la situación que generé.
Me levanto de la cama y empiezo a juntar la ropa. Mientras se mira en el espejo grande de la pieza, Victoria me hace una sonrisa. Le respondo con otra sonrisa. No quiero sonreír. Ella sí. Probablemente quiere irse a la fiesta relajada. Dejando todo bien cerrado, como quien se va de vacaciones. Quiere dejarme a mí bien cerrada. Con la boca cerrada, quiero decir. Irse sin culpas. No sé cómo lo hace, pero le sale. Ella puede hacer punto y aparte. Ponerse el vestido, arreglarse el pelo, dejarme en vilo.
Acomodo la pieza. Tiro la ropa sucia en el canasto. Doblo y apilo la ropa limpia en el placard. Siento que si queda todo ordenado de alguna forma voy a poder redimirme de mí misma.
Con fuerzas recuperadas, me asomo al baño donde Victoria se está recogiendo el pelo con unos invisibles. La miro un ratito mientras se termina de arreglar. Le sonrío porque está verdaderamente maravillosa. Es mía y es hermosa.
- Ya me tengo que ir -me dice desplomando, sin saberlo, los pocos segundos de alegría que sentí en las últimas horas.
- Sí, no vamos a dejar esperando a Jeremías -le retruco con odio.
- ¿Otra vez con eso?
- No. Otra vez no. Dale, andá -le digo tratando otra vez de zafar de la pelea. Tiro la piedra y escondo la mano. Siempre lo mismo. Qué cobarde. Pero esta vez ella no está dispuesta a bancársela.
- Si mi hermano lo quiere invitar no le puedo decir que no. Es su mejor amigo. No maquines más. ¿No me podés dejar que la pase bien? Es una fiesta que hacen para mí. No tengo la culpa de que mi familia no te haya invitado.
- ¿Tu hermano lo invita a Jeremías pero vos no me podés llevar a mí?
- Y bueno, Luciana ¿Qué querés que haga? Vos sabés cómo son mis viejos. ¿No podés entender un poco? -responde Victoria levantando el tono.
- Estoy podrida de entender. ¿Y a mí quién carajo me entiende?
- Yo te estoy entendiendo todo el tiempo. Ya me dijiste lo que pensabas. Lo discutimos todos estos días. Y también estoy podrida –me responde seca y contundente.

Hago silencio. Me viene como un cross a la mandíbula mi imagen en la cama, mirando la película mientras Victoria esté en la fiesta. Pienso que cuando ella se haya ido a España, esa imagen va a repetirse infinitamente. Soledad, cama, película. Me aterra que me deje. Y va a dejarme. No es por España. Es por su familia y por todo lo que no quiere decirles. Es por todo lo que ella misma no quiere decirse. Es por mí. Veo todo lo que ella no ve, pero es tan duro que no puedo ni pronunciarlo.
Ahora lo único que quiero es evitar otra vez la pelea inminente.

- Bueno, basta. En serio. No discutamos más. ¿Te llamo un taxi o te vas a pintar las uñas? -logro balbucear con una sonrisa improvisada.
- Me pinto las uñas y me voy. ¿Tenés esmalte, de casualidad?
Busco en el mueble debajo del lavamanos. Tengo dos tipos de rojo y un bordó. Uno de los rojos está seco. No sé cuánto hace que los tengo. Los otros dos esmaltes están más o menos utilizables. Victoria elige el rojo más clarito.
-¿Me pintás? -me dice.

Después de dos manos de esmalte, el paquete Victoria queda perfecto. Le llamo un taxi y la deposito en el asiento de atrás. Me despide desde la ventanilla y quizás por el taxista o por el apuro, me saluda con un beso en el cachete.

Entro de vuelta en casa. Apago la música de la compu. Voy a mi pieza. En la tele todavía están pasando la película, pero justo es una parte que me gusta. Subo el volumen y me acuesto en la cama.
- Tengo que irme -dice ella llorando-. Ya no hay nada que pueda salvarnos.
Él se acerca, la toma de la mano y pacientemente le dice:
- Sólo vamos a poder salvarnos, amor mío, cuando te haya llevado la luna.

13 comentarios:

  1. Maquinalmente petrificante. Contuve la respiración en las últimas líneas, dichosas películas...

    Si una bomba no estalla, no cumple su propósito.

    Me gustó mucho! Abrazos! ~

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  2. Che, está joia la historia. Cada capítulo, cada cierre, cada cosa en su lugar. Felicitaciones, srta.T !!
    Ya no me hace acordar a la Mona, pero sigue estando mortal =)
    Besos!

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  3. Creo que ya te lo dije, pero tu historia me duele. Hay tantas cosas que siento mías ahí...
    Me encanta que logres eso! Muy bueno!

    Un saludo

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  4. concuerdo, tu historia es como mia, la vivo en mi ....no se te a ocurrido escribir una novela??? eso seria genial y de seguro ya tienes tu primer fan!! kath.

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  5. Ah no, como me atrapás es impresionante, tenes un talento espectacular! Genia, espero ansiosa la continuacion! :)

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  6. Cojan! Cogela y que se detenga el tiempo en la cogida y que sienta que coger con vos es la felicidad y la puta que parió!
    Perra, Victoria maldita! Perra! Por qué tenés que irte? Por quéeee?

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  7. Wait. me gustaria escuchar la historia desde el punto de vista de Victoria. Las cosas nunca son así tan blanco y negro.
    (es excelente tu blog. como escribes. grosa.)

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  8. ¿Para qué un taller si atrapás a cada uno de los que pasan por aquí?

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  9. Yo compro tu libro.

    ... cuando lo publiques.

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  10. libro libro libro!!!


    ...sea que logro convencerte??

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  11. PSt...cada cuanto subis los textos? este ya es de hace rato....como para no entrar tantas veces! siempre los subis cada x tiempo definido? Gracias!

    Sole.-

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  12. Que dolorosamente triste.
    Siempre es un placer leerte nena! Na.

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  13. Es fucking genial. Jaja eso fue lo q me salió cuando terminé de leerlo. Escribís fucking genial... Piel de gallina y nada más que decir.

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