Durante mucho tiempo creí que el mundo se dividía en 2 tipos de personas: Cazadores y Presas.
Mientras fui heterosexual (o lo que sea que era) se hacía todo más simple porque está socialmente determinado que los hombres cazan y las mujeres se dejan cazar. Por esa cosa del hombre activo que viene con su pija a cojerse a la mina que pasivamente lo espera en casa con un guiso y una tanga nueva, para ser cojida por él.
Pero en el mundo de la tortez: ¿quién es Cazadora y quién es Presa?
Tuve que dibujármelo mentalmente: Cazadora es la fea, Presa es la linda; Cazadora es la chonga, Presa es la femme; Cazadora es la que es más grande de edad, Presa es la más pendeja. Es decir que ese tipo de categorías definía para mí cuestiones como: quién toma la inciativa para cojer, quién hace la cena, quién paga la cena, quién cuida a quién, quién tiene mayor autoridad en una relación, quién tiene el derecho de encarar minas y quién el de ser buscada.
Yo, que ya venía con una serie de problemas de autoestima (¿y quién no?) me definí como Cazadora. Claro, en mi mente poco agraciada pensaba que iba a tocarme el oficio de tener que salir a buscar, como el que vive en tierras áridas y tiene que salir a nomadear por el mundo, a hacerse de aquello que nunca va a llegar solo.
Para la cacería me equipé con las armas necesarias:
1) Un ambiente propicio: bolichín donde cualquier cosa que fuera el desastre mismo, se suscitaba todas las noches del fin de semana.
2) Ropa de torta: para ser detectada. Nada de jean ajustado y botas. No había que camuflarse, todo lo contrario, había que dejar en claro mi condición por si alguna presa pasaba cerca y miraba intrigada... Trampa activada: Presa a la canasta!
3) Litros de la vaselina del amor: Alcoholes de todo tipo, para mí y para las presas que, atontadas, caían aún más fácilmente. Ni hablar que para este tipo de faenas la cazadora adquiere destreza si pierde inhibiciones.
Todo resuelto. Muchas presas, muchas noches... y una adolescencia que había tomado revancha por golpes anteriores.
¿Todo resuelto? No... no tanto. Porque después una deja la adolescencia y se da cuenta que el mundo no está configurado de esa manera (¡menos mal!) y que no hay que armarse, sino aprender a desarmarse y ser lo que una quiera ser, sin muchas más categorías que las que a una le plazca tener en cada momento. Y a eso le ponemos el nombre de Identidad. Nos desarmamos y armamos algo más versátil, más relajado. Algo que disculpe los dolores del pasado y nos mime por ser lo que somos. Identidad. Soy lo que soy (pero con orgullo!). Y sale del fondo la bandera del arcoiris para reivindicar no sólo la homosexualidad, sino la diversidad. La posibilidad de que seamos únicos y diferentes.
Yo no quería ser Roberto Carlos. No, no quiero tener un millón de amigos. Y cuando siento que estoy envuelta en la confusión que a veces se plantea entre las mujeres, necesito aclarar: ¡Yo no soy Roberto Carlos! Porque las mujeres somos jodidas. Muchas mujeres hablan de más y no saben respetar los vínculos. Conocen a una flaca y hablan de sus ex, de la que conocieron el otro día, de una con la que chatearon ayer. Y hasta son capaces de decirnos: "Nos conocemos y vamos viendo qué surge" para después no tener que hacerse cargo del fiasco que puede ser conocerse. Y ante eso yo me veo obligada a exclamar: ¡Yo no soy Roberto Carlos! Yo no quiero ser tu amiga, flaca, a ver si nos entendemos!!!
Pero quizás no sea una cuestión de decir, sino de ser (claro que no está de más a veces que la otra sepa que debe respetar nuestro vínculo con ella). Hay que SER una No-Roberto. Hay que encontrar un espacio propio, una identidad. Ser una No-Roberto desde la acción. No, yo no quiero ser tu amiga, por eso voy a ser el riesgo de que te enamores. Y eso no es nada fácil. Y lamentablemente no se resuelve con los estados etílicos.
Habrá que habitar el diván freudiano un tiempo más...
martes, 24 de noviembre de 2009
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"por eso voy a ser el riesgo de que te enamores"
ResponderEliminarja!
la de la falta de ese respeto sucede.
a quien se cogieron ayer, a quien se comieron el viernes, 'me como a una seguido en la fiesta sarasa y me veo con una de calamuchita'.
me ha pasado. y me la baja zarpadamente.
pero ahí no termina, muchas veces piensan que no sólo no te ahuyentó eso, sino que seguro hizo que te mantuvieras interesada. y así intentan comprobarlo a fuerza de mensajes de texto preguntando si vas a ir a LA fiesta.
claro, lo que pasa es que seguro no iban ni sarasa ni calamuchita.
o capaz sarasa y calamuchita nunca existieron.
ahi es donde una tiene que aprender a decir NO.
porque por más que tenga la cara de s. johanson y la personalidad de d. barrymore te tiene que ver a vos de la forma que vos te sentís y plantás en la vida.
hoy está todo tan desdibujado (por suerte) que no hay mucho estereotipo de cazadora o presa.
pero la gente tiene tan metida esa idea en la cabeza, que capaz esperan la vida para que hagas algo y no lo hacés, y claro ella tampoco.
pero también pasó al revés. admito.
muy buen post.
jajajaj DIOS.. adhiero a eso, amiguisima Tortódroma. Cuantas charlas hemos compartido en donde siempre llegamos al punto "Y para que carajo me cuenta de sus 10mil yuyos?" en fin, como siempre decimos, pelotudas hay en todos lados, pero me parece que voy a empezar a seguir un poco mas sus consejos y evitar a las Roberto Carlos que andan sueltas por Buenos Aires, que no son pocas.
ResponderEliminarGenial genial post, y genial genial blog.
Aqui me tienes orgullosisima de ser parte o al menos conocedora de tantas anecdotas que x aki pasaron y pasarán.
La adoro!
acá hay una que al grito de 'yo no voy a ser roberto carlos!!' se mandó entre el fuego de las metralletas, baleada gateó, y con una sonrisa toda roja, entre dientes, pudo decir: por lo menos dejé en claro mi mensaje. y su ego murió.
ResponderEliminarpero volverá!
Me gusto mucho tu blog, sobre todo la forma de explayarte literalmente. Y me parecio bastante interesante, sin segundas intenciones no?
ResponderEliminardesde ya saludos y segui asi ;)